Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

martes, 12 de febrero de 2013

Palabras trampa: "Pelandrusca", "adolecer", "pilistra"...



Estaba yo regando mis tiestos cuando pasó aquella pelandrusca estirada del quinto sin saludar. “Hace falta ser mal educada…” dije bien alto. “Mira quién habló de mala educación…” contestó ella sin volverse apenas “una persona que adolece de cultura, vamos que a grosso modo…”. “¿Qué yo estoy gruesa” le dije sin que terminara la frase. "Ni estoy gruesa ni me adormece ná, y eso que llevo levantá desde las seis cuidando de mis pilistras y mis geranios y aquí tan pichi…" "Ya me parecía a mí que olía por aquí a abono de las plantas, vamos, quién dice abono, dice a estiercol..." "¿Que huelo yo a estiercol? ¿Yo? Eso usté... que mucha colonia, mucha colonia pero ni dentrifríco que seguro usa..." "Dentífrico señora, dentífrico, si cuando digo yo que adolece de cultura..."

¿Seguimos atendiendo a la conversación de estas dos señoras o nos centramos en algunas palabras que han dicho? 

Pues eso, otro día seguimos con su conversación, pero hoy vamos a los errores gramaticales tan comunes que han dicho. Porque hay algunas palabras o expresiones trampa, en las que caemos casi todos.



¿"Pelandrusca"? ¿Quién no ha escuchado o dicho alguna vez esta expresión?

Pues está mal dicho. Y ya, ya sé que muchos lo hemos oído o dicho así. Pero es incorrecto. En realidad le sobra una "r". Se dice "pelandusca" de pelar.

pelandusca.
(De pelar).
1. f. coloq. prostituta.

Viene en efecto de pelar su cuero cabelludo. Porque era uno de los correcitvos que se les aplicaba a las mujeres con un ruin estilo de vida: raparles la cabellera. Al fin y al cabo, la melena era un símbolo de la sexualidad femenina, fuente que incitaba a la indebida tentación. Cuando las personas veían a una de estas señoras por la calle la increpaban gritándole aquello de “pelandusca, pelandusca (de pelada)”, igual que si dijeran algo menos eufemístico que ramera.


La mayoría pensamos que adolecer es carecer. ¿Pero de verdad significa carecer? Vamos a ver en el diccionario que nos dice:

adolecer.
(Del ant. dolecer).

1. tr. ant. Causar dolencia o enfermedad.
2. intr. Caer enfermo o padecer alguna enfermedad habitual.
3. intr. Tener o padecer algún defecto. Adolecer DE claustrofobia.
4. prnl. compadecerse (‖ sentir lástima).


La Fundeu recomienda, pues, evitar siempre este empleo de adolecer con el sentido de 'no tener' algo y emplearlo solo cuando quiera decirse 'padecer un mal' o 'tener un defecto'. Porque muchas veces lo utilizamos con significado de carecer, y justo estamos diciendo lo contrario. En nuestro ejemplo la autora piensa que está diciendo que la vecina "carece de cultura" cuando está diciendo que "padece cultura"...



Pilistra, o esas plantas interiores de hojas verdes que hay en tantos portales. ¿Quién no ha escuchado decir "pilistra" o lo ha dicho? Pues me temo que como tal no viene en el diccionario. Si lo escribimos, de hecho, el diccionario nos remite a la palabra "Pilastra". Que no, que no, pensamos, que no es eso, que es la planta... Ay,ay,ay... Que no, que nos pongamos cómo nos pongamos, tal cual, así "pilistra" como toda la vida lo ha dicho mi madre, y las vecinas de mi madre, y todas las mujeres de mi barrio, no está. Y no está porque en realidad se dice "aspidistra". De verdad. Os lo juro.

aspidistra.
(Del lat. cient. aspidistra, formado a partir del gr. ἀσπίς 'escudo').

1. f. Planta de la familia de las Liliáceas, acaule, con hojas persistentes, grandes, de tres a cuatro decímetros de longitud y ocho a diez centímetros de ancho, verdinegras, pecioladas y de nervios bien señalados. Es originaria de China.


Y esa expresión latina que dice la vecina "fina" de nuestra historia "A grosso modo". ¿Cuántas veces no la habréis escuchado? Muchas. Peeero... se dice sin la "a". Porque está en ablativo, con lo cual la preposición "a" ya está implícita, no hay que escribirla.

grosso modo. Loc. lat. que significa ‘aproximadamente o a grandes rasgos’: «El costo de la vida aquí corresponde, grosso modo, al de México» (Tibón Aventuras [Méx. 1986]). Es incorrecto anteponer la preposición a: *a grosso modo.

Diccionario panhispánico de dudas ©2005

Real Academia Española © Todos los derechos reservados


Y por último vamos a repasar la palabra "Dentífrico" que no "Dentrífico"

La etimología de esta palabra es un compuesto del latín dens, dentis (diente) y la raíz del verbo fricare que significa fortar y restregar. De esa raíz verbal, proceden fricción y friccionar, así como la voz patrimonial "fregar".


Pero... y a todo ésto ¿No decíamos que "El que tiene boca se equivoca"? Vaaaaaaale, de los refranes hablamos otro día.

¡Qué bien! ¡Cuántas cosas hemos repasado hoy!



Ilustración: Jeol Salinas




domingo, 10 de febrero de 2013

"Cafetito mañanero, nos saca del agujero..."



"Cafetito mañanero, nos saca del agujero. Almorzar bien es costumbre del obrero y oficinista con esmero..."

Leed, leed...

Ya sabéis de mi afición, o mi manía, o mi vicio, o mi queséyo con los letreros de la calle. ¿Cómo no os iba a traer las fotos de hoy?

No necesita publicidad porque os puedo decir que cada vez que voy a tomar café está hasta arriba de gente, pero no me digais que no es curiosa su "poesía urbana". De verso blanco, nada. Rimada, como toda la vida.

Sí, es un restaurante, ahí tenéis cómo se llama, y está en la calle Castelló, y además de servirnos amablemente todos los días unos desayunos bien ricos, ya véis... ¡hasta se anuncian en verso!.

La poesía está en el aire...

Se merecían esta entrada. ¿A que sí?




viernes, 8 de febrero de 2013

"Cocotología" y don Miguel de Unamuno



Yo quería hablaros de la palabra "cocotología".

¿Habíais oído hablar de ella?

Bueno imagino que algunos de vosotros sí.

Es una palabra que me hace gracia. Se la debemos al escritor Unamuno, que fue quién llamó así a la papiroflexia.

Buscamos en el diccionario de la Real Academia, ambos términos. Cómo podéis ver "cocotología" remite a "papiroflexia":

cocotología.

1. f. papiroflexia.

papiroflexia.
(De papiro, papel, y el lat. flexus, part. pas. de flectĕre).
1. f. Arte y habilidad de dar a un trozo de papel, doblándolo convenientemente, la forma de determinados seres u objetos.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados


Parece ser que no era raro ver a Miguel de Unamuno plegando cuartillas y haciendo figuritas de papel. Era una de sus aficiones favoritas.

Dicen que la afición le venía desde niño.

Fue durante el cerco de Bilbao de la guerra carlista, en 1874, cuando, a los diez años y en compañía de su primo Telesforo Aranzadi, comenzó a componerlas.

Durante algún tiempo no podían salir y las ventanas de la casa se protegían de los proyectiles con colchones. Influyó, también, su salud algo frágil y su carácter retraído para que a menudo prefiriera quedarse en casa dibujando y recortando papel en lugar de acudir a la calle a corretear con los muchachos de su edad. Entre los dos primos confeccionan más de doscientas pajaritas a las que hacen desfilar como si se tratara de un ejército. Posteriormente, ya nunca dejó de practicar el arte papirofléxico y, de esta forma, llegó a adquirir una gran maestría

Tal destreza alcanzó que inventó un modelo de pajarita con el que lo pintó Gutiérrez Solana en un conocido retrato. Incluso escribió una obrita sobre esta ciencia que tituló Apuntes para un tratado de cocotología. Porque el arte de construir pajaritas de papel se conoce también con ese curioso nombre, cocotología, una palabra que viene del francés cocotte -gallina, ave, pajarita-, en lenguaje infantil y coloquial.

En la página de la Asociación Española de Papiroflexia he encontrado este retrato de Unamuno que os copio tal cual porque me ha gustado mucho cómo lo contaban:


"D. Miguel de Unamuno es, en muchos aspectos, un plegador español paradigmático. Le encanta la papiroflexia, pero sabe que es un entretenimiento, todo lo importante que se quiera, pero un entretenimiento, y D. Miguel sabe tomárselo a broma. Cuando da nombre a su afición hace derivar el nombre de una palabra francesa "cocote" y saca Cocotología, y escribe una especie de "tratado" muy a lo erudito sobre la Cocotología, esto es sin duda una broma, el español mas acérrimo afrancesando lo más español de la infancia, la pajarita. A primera vista solo se entiende por el ánimo lúdico del escritor, que sí, se emociona jugando y plegando tanto con sus hijos como con otros niños y esta íntimamente satisfecho de sus creaciones y en sus cartas se ve el legitimo orgullo que le producen, pero una vez mas el divertimento se escapa y denomina "Cocotta Unamuniensis" a una de sus creaciones en una carta abierta a una revista, en la que además se despacha a gusto con teorías "científicas" sobre las distintas clases de pajaritas.

La papiroflexia es consustancial a D. Miguel de Unamuno, forma parte de su personalidad, como se demuestra en los retratos que Zuloaga y Solana hicieron de él, en los que junto a los libros aparece una o varias papirolas, es la niñez, el lado divertido de un catedrático de Griego, de un Rector de Salamanca antimonárquico que es cesado de su puesto por la República por defender el alzamiento y por Franco por criticar el alzamiento y que huye de su destierro en Fuerteventura para evitar que le llegue una amnistía, como se ve, una personalidad de lo más conflictiva..."



"Y la pajarita es, a no dudarlo, la forma arquitectónica, digámoslo así, que el papel pide y exige, la forma que del papel surge naturalmente, la perfección de la figura en papel, el perfecto ser papiráceo"

Apuntes para un Tratado de Cocotología.

Libro Amor y Pedagogía, 156. M. DE UNAMUNO



Fuentes:

jueves, 7 de febrero de 2013

"Lugares donde leí" de Arturo Pérez Reverte




Anoche en el twitter leí este artículo de Arturo Pérez Reverte titulado "Lugares donde leí". Y me gustó. Bueno, tampoco es una sorpresa que normalmente me gusta lo que leo de Arturo Pérez Reverte, sobre todo sus artículos.

Os extraigo casi las últimas frases: "Soy lo que viví, naturalmente. Pero también lo que leí, y dónde lo leí."

Aquí os lo dejo para que podáis disfrutarlo vosotros también.


Ordeno mi biblioteca. Y abriendo libros al azar encuentro huellas olvidadas, recuerdos de momentos y lugares donde fueron leídos por última vez. Escribí alguna vez que atribuyo a los libros un carácter particular; una vida propia que espero sobreviva a la mía y continúe en otras manos, enriqueciendo y consolando a quienes los posean en el futuro. Si no ocurre así, y mi biblioteca, como tantas otras cosas que he visto desaparecer, está condenada a las ratas, el agua, el fuego y la destrucción, tampoco pasa nada: nadie podrá arrebatarme lo ya leído. En cualquier caso, debido a mi certeza de que toda posesión es temporal, y también por la melancolía que me suscita encontrar en libros que llegan a mis manos huellas de vidas anteriores, procuro que los míos estén desprovistos de detalles que puedan identificarme en el futuro. No quiero que nadie compadezca los restos de mi naufragio en un tenderete de rastro o en una librería de viejo. Así que, en cada revisión para ordenarlos o limpiarlos, aprovecho para borrar la huella que a veces, por descuido, dejé en ellos.

Esta vez también ocurre: tarjetas de embarque de líneas aéreas, postales con notas al dorso, acreditaciones de prensa. Casi todo fue utilizado a modo de señal de lectura: medio teletipo con una crónica de 1976 sobre el Líbano -Beirut, de nuestro enviado especial A.P.-R.-, un recibo de taxi de Buenos Aires con fecha de 1982, una factura de restaurante de Damasco... De la mayor parte olvidé su oportunidad y sentido. Otros me permiten recordar muy bien el momento en que los puse ahí: la lectura de ese libro, el lugar, las circunstancias. También encuentro otra clase de huellas: marcas antiguas deliberadas o involuntarias, subrayados, notas que a veces nada tienen que ver con la materia del libro -esas hojas blancas de respeto al principio y al final, tan útiles cuando no había papel a mano-, huellas de suciedad, quemaduras o ceniza de cigarrillos, manchas de lluvia o agua salada, café, aceite de latas de sardinas, tierra rojiza de África, mosquitos aplastados, restos de arena de una playa o un desierto. Incluso posibles dramas olvidados. Hasta en la página de título de uno de ellos -Memorias de La Rochefoucauld-, impresa con deliberada nitidez, hay una huella dactilar de color pardo, que supongo será mía. Una huella de sangre de la que nada recuerdo; ni siquiera si es propia o ajena.

Y es que un libro no es sólo un libro. Es también, entre otras cosas, los lugares donde lo leíste, el consuelo que te dio en cada momento, la diversión, la compañía. Hojeándolos mientras ordeno los estantes, compruebo que muchos de esos lugares y momentos los olvidé; pero otros siguen claros en mi cabeza: salpicaduras de agua de mar en varios volúmenes de la serie náutica de Patrick OBrian, incluida una que emborrona levemente la tinta de la dedicatoria autógrafa del autor; el tomo II de las obras completas de Thomas Mann, que durante veintiún años viajó en mi mochila y fue leído tanto junto a mesillas de noche de hoteles de lujo como a la luz de una vela o una linterna en lugares olvidados de la mano de Dios; las Vidas paralelas de Plutarco en un solo volumen que conserva entre sus páginas tierra y suciedad de hace treinta y cinco años, en Eritrea; la edición compacta y viajera de Moby Dick, de la que una vez alcé los ojos para ver, resoplando muy cerca, ballenas azules al sur del cabo de Hornos; El amante sin domicilio fijo, que leí sentado en la punta de la Aduana de Venecia, cuando allí aún no iba nadie, antes de que fastidiaran el lugar con la estúpida escultura del niño y la rana; la Eneida que cada noche me consolaba, a modo de analgésico, en una habitación sin cristales del hotel Holiday Inn de Sarajevo; el Quijote anotado a lápiz que me acompañó cuando recorría La Mancha por pueblos y ventas, pisando la huella de sus personajes; el Lord Jim que fue mi única compañía durante un ataque de malaria que estuvo a punto de despacharme al otro barrio, mientras temblaba tirado como un perro en un hotelucho infecto de Nairobi; el Stendhal de La Pleiade que estaba en mi mochila cuando entré con los guerrilleros en el búnker de Somoza, en Managua; la biografía de Hemingway y Scott Fitzgerald leída en el hotel Hornet Dorset Primavera de Puerto Rico, ante una playa sobre la que planeaban los pelícanos mientras las mujeres más hermosas del mundo se recortaban saliendo del agua en el contraluz rojizo del atardecer... Sitios amueblados por la biblioteca que ahora me rodea; libros que, con sus marcas y cicatrices propias, tallaron las mías. Soy lo que viví, naturalmente. Pero también lo que leí, y dónde lo leí. Sin esa geografía de páginas vinculadas a lugares y recuerdos, nada de cuanto veo al mirar atrás tendría sentido.

http://www.finanzas.com/xl-semanal/firmas/arturo-perez-reverte/20130210/lugares-donde-4717.html


Foto de André Kertész, tomada de elmundo.es


martes, 5 de febrero de 2013

"Habitaciones cerradas" de Care Santos



En las horas siguientes, que eran ya las del día de Navidad de 1932, ocurrieron tres cosas terribles: ardieron los grandes almacenes El Siglo, murió en la cama la señora María del Roser Golorons y Amadeo Lax pasó por primera vez parte de la noche en la habitación de Laia, la hija de la cocinera, de doce años. (Pag. 33)

"Habitaciones cerradas" de Care Santos es el último libro que me he leído. Y la verdad es que me ha gustado, me ha tenido bastante entretenida.

La historia está escrita jugando con dos tiempos. Por una parte se desarrolla en Barcelona, en los años que median entre el siglo XIX y el siglo XX. Y por otra parte está el momento actual, concretamente el año 2010. Es la historia de una familia burguesa. Por una parte está la historia del matrimonio de María del Roser Golorons con Rodolfo Lax, que viven junto a sus criados, en un palacete del actual Paseo de Gracia, y tienen tres hijos: Amadeo que con el tiempo se convertirá en un pintor famoso, Juan y Violeta. Y por otra parte, en el momento actual, Violeta, nieta de Amadeo Lax, encargada de proteger y dar a conocer la obra de su abuelo descubre por casualidad un secreto que hace que su percepción sobre su abuelo vaya cambiando.

Durante quinientas páginas iremos conociendo en profundidad a esta familia, y a cuántos les rodean. Vamos creciendo con los hijos del matrimonio Lax. Es por tanto lo que se suele llamar "una saga". Pero ya os he comentado que la narración no es líneal, sino que vamos a ir saltando en el tiempo setenta años adelante y atrás. Lo cual la hace mucho más entretenida.

Por otra parte tiene de curioso que la escritora ha utilizado distintos narradores: desde la narración convencional en tercera persona a cartas, correos electrónicos en primera persona, notas sobre arte y noticias de periódicos. Y cada uno de esos textos va modificándose en su estructura, cambia el tipo de letra, el tamaño, y por supuesto la forma del texto. Con lo cual ya veis que también el narrador va cambiando. Eso otorga a la escritura mucha riqueza formal y hace la lectura mucho más amena.

La prosa además, es sencilla pero cuidada y se van dosificando los materiales de la narración y la forma de distribuirlos de tal forma que nunca te pierdes. Lo cual por otra parte denota lo trabajado de la labor de la escritora.

Va cambiando el tiempo, cambia el narrador, los personajes, todo ello hace que la narración resulte muy fluida.

Los personajes yo creo que están bien caracterizados, bastante bien, diría yo. Los quieres o los coges manía, cómo debe ser. Por otra parte la autora ha utilizado personajes ficticios, alternándolos con personajes reales como el Rey Alfonso XIII o un personaje muy peculiar de la Barcelona de aquellos años de principios del siglo XX Francesc Canals Ambrós, que parece que sí existió y que es venerado y visitado en el cementerio. No es una novela histórica, pero sí es cierto que esos personajes existieron. Al final del libro la autora cuenta quiénes sí que existieron y quiénes no.

También por otra parte en la narración salen hechos que sí ocurrieron de verdad como la Semana Trágica de Barcelona y el incendio de los grandes almacenes El Siglo, la llegada de los primeros teléfonos o automóviles, los teatros de variedades, la electricidad, que hacen muy creíble la historia. Está muy logrado el ambiente, el entorno, gracias a esas pinceladas verídicas. Se refleja muy bien el mundo burgués barcelonés en contraposición con los trabajadores de las fábricas textiles.

En fin, que a mí me ha gustado bastante. Me ha tenido atrapada esta historia. Es una historia familiar que me ha resultado entretenida. Quizás haya quién opine que parece un folletín. Bueno, yo he leído otras novelas, a mi modo de ver, mucho más folletinescas (entendiendo por folletín la segunda acepción que viene en el diccionario de la Rae de éste término). Ésta me resulta creíble. Es una ficción creíble. Y creo que la escritora se ha documentado y se nota.

Lo dicho. A mí me ha gustado.
Editorial: Planeta
Páginas: 537
ISBN: 9788408098768




folletín.(De folleto).

1. m. Escrito, insertado a veces en la parte inferior de las planas de los periódicos, que trata de materias ajenas a la actualidad; como ensayos, novelas, etc.
2. m. Tipo de relato propio de las novelas por entregas, emocionante y poco verosímil.

3. m. Pieza teatral o cinematográfica de características similares a las del folletín novelesco.

4. m. Situación insólita propia de una obra folletinesca.



lunes, 4 de febrero de 2013

La palabra "Desamorarse"




El otro día aprendí otra palabra: "Desamorarse". Que existe sí, y con el mismo significado de "desenamorarse". Claro tiene lógica, viene de amor. Pero siempre había oído "el desamor" pero nunca como una acción "desamorarse".

Ambos vienen en el Diccionario de la Real Academia:

desamorar.
1. tr. Hacer perder el amor. U. t. c. prnl.


desenamorar.
1. tr. Hacer perder el amor que se tiene hacia alguien o algo, o deponer el afecto que se le tenía. U. m. c. prnl.


He preguntado a la Fundeu, la Fundación de Español Urgente de la Agencia Efe, por qué solemos decir "desenamorarse" y no "desamorarse", y la verdad es que no nos ha aclarado mucho, aquí os dejo la contestación:

En respuesta a su consulta: "Desamorarse"

En efecto, es correcto. Y es difícil saber la razón por la que se prefiere en el uso «desenamorarse»: las palabras se imponen de una forma sin que muchas veces haya un motivo claro.

Saludos cordiales.



También le he preguntado a la Real Academia... Pero no me contestan... Así que quedamos a la espera. Os mantendré informados.

Ya me han contestado los académicos, os pego la respuesta, va en la misma línea que la Fundeu...

En relación con su consulta, le remitimos la siguiente información:

Cabe señalar que la proximidad semántica, la analogía formal o una etimología coincidente no condicionan una idéntica evolución en el uso de distintas voces; los factores que intervienen en el devenir de una palabra son múltiples y, en ocasiones, difíciles de desentrañar. En el caso objeto de su interés, puede conjeturarse que el hablante privilegia el derivado en el que el prefijo privativo-negativo des- se ha unido a un verbo que posee existencia autónoma, lo cual hace, por tanto, que el término sea más fácilmente segmentable e inteligible.

Reciba un cordial saludo.
__________



Departamento de «Español al día»

Real Academia Española


Sugerencia: ¿Podrían decirme por qué siendo igualmente correcto "desamorarse" que "desenamorarse" se ha impuesto el segundo? ¿Hay alguna razón?

Muchas gracias. Un saludo,
Rocío Díaz

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viernes, 1 de febrero de 2013

Presentación de la revista Luces y Sombras en el Museo Lázaro Galdiano



Comenzamos febrero recordando la presentación de la revista navarra de artes y letras "Luces y Sombras" que se llevó a cabo el pasado miércoles, 30 de enero, en el Museo Lázaro Galdiano. Tuve la suerte de que contaran conmigo para publicar en ella uno de mis cuentos, y el otro día en el salón de actos del Museo pude leerlo.

Qué buen lugar se escogió para esta presentación. El Museo después de la reforma que le hicieron no hace mucho, está impecable y se levanta sobrio y muy elegante a esa altura de la calle Serrano. No ha perdido su esencia pero tras las obras brilla más. Ese palacete rodeado de jardines es un lugar muy agradable, tiene estilo.

Claro que una revista literaria como Luces y Sombras no merece menos. Aúna literatura y arte en una sola revista, tiene calidad y una larga trayectoria, pues va por los veintiocho años, es una revista anual. Pocas pueden decir eso. Tiene cuatro bloques literarios y dos gráficos.

 En la presentación, en primer lugar intervino Inmaculada Alegría, de la Asociación Cultural Navarra. 

En la mesa estaban sentados Jesús Jiménez Reinaldo, director de la misma junto a Iosu Kabarbaien, Concha Trapero, que forma parte de la coordinación gráfica de la revista, y el poeta y editor José María Herranz, que dirigió uno de los cuatro espacios literarios de los que se compone la revista.

Pude hacer algunas fotos y algunos vídeos del acto que os dejo, para que podáis ver vosotros mismos cómo fue desarrollándose. Primero hubo una presentación de la revista, de su financiación, su trayectoria... Y después hubo una presentación de algunos de los contenidos de éste número. Yo os animo a qué veais los vídeos. No son de todo el tiempo que habló cada persona, porque no podría colgarlos después. Pero yo creo que duran el tiempo suficiente para que se pueda uno hacer una idea de cómo se iba desarrollando el acto.

Aquí debajo en una foto está Inmaculada Alegría en un momento de su presentación.
 

A continuación Jesús Jiménez Reinaldo comenzó la presentación de la revista.





A Jesús Jiménez Reinaldo le siguió Concha Trapero, que coordinaba la parte de la revista dedicada al arte. Que explicó la obra de los dos pintores elegidos. La verdad es que ganaba mucho ver los cuadros en grande por detrás de su explicación.






A continuación José María Herranz habló del bloque temático que él había dirigido "Las otras voces". El por qué lo había titulado así, y quiénes lo componíamos: Siete poetas y tres narradores, entre ellos yo. Fue nombrando a cada uno de los que habíamos escrito en la revista, en su apartado, y los que estábamos salimos a leer nuestro poema o relato.


Salió Aureliano Cañadas, poeta.


Salí después yo...




A continuación salió el poeta Fermin Fernández Belloso.





Después Jose Mária Herranz leyó uno de los poemas de María Jesús Fuentes, que vive en Ceuta y no podía asistir.



A continuación leyó Hilario Martinez Nebreda.





Y por último vimos un pequeño vídeo grabado por los poetas que componían otro de los bloques literarios, el dirigido por Leire Olkotz titulado "El elixir de la vida eterna". El bloque navarro donde se puede apreciar una poesía jóven, con fuerza, que no te deja indiferente.

Y nos despedimos tras tomar un vino navarro. No podía ser de otra forma.

Yo creo que estuvo muy bien la presentación de la revista. Tanto ésta, la revista navarra Luces y Sombras, como el lugar elegido para hacerla, el Museo Lázaro Galdiano, son dos claros ejemplos del buen hacer por la cultura.