Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

lunes, 5 de diciembre de 2011

Primer premio en el XII Concurso de Relato Corto de Monturque. Avance...

 


Os dejo con una noticia que ha salido en el Ayuntamiento de Monturque, donde he estado este fin de semana recogiendo un premio por un relato. Os la dejo como un avance, porque me gusta más hacer una entrada contándooslo mejor, porque ha merecido muchísimo la pena el viaje. En Monturque se han portado fenomenal conmigo y ha sido un viaje de lo más provechoso, ha sido una entrega de premios con arte, música y cultura. Y además coincidí con Francisco de Paz, que ya conocía porque nos habían premiado a los dos en otra ocasión en León. Así que de lo más bien.

Pero ya os lo contaré más despacio con vídeos de la actuación de los músicos y todo, dadme un poquito de tiempo...




Entrega de premios del XII Concurso de Relato Corto



En la tarde de ayer sábado tuvo lugar uno de los eventos culturales más importantes de cuantos se celebran en nuestro municipio a lo largo del año: la entrega de premios del Concurso de Relato Corto del Ayuntamiento de Monturque, que alcanza ya su XII edición.
El acto tuvo lugar en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Monturque y fue presidido por la alcaldesa, Teresa Romero, quien en su intervención felicitó a los premiados y agradeció a los miembros del jurado por su desinteresada colaboración en este concurso.
Tras la lectura del acta del Jurado, los galardonados recogieron sus obsequios de manos de la señora alcaldesa y el concejal de cultura, Manuel Franco, procediendo a continuación cada uno de ellos a leer los relatos premiados.
El Primer Premio ha sido concedido a Rocío Díaz Gómez, de Madrid, por la obra titulada “El inquilino que me veía fea“, un conmovedor relato sobre una pareja que se enfrenta al Alzheimer. El toledano Francisco de Paz Tante ha obtenido el Segundo Premio con “El cuento o la vida“, una bella historia de amor y amistad llena de fantasía. Por último, se concedió una mención especia a la obra titulada “El Viaje“, de la egabrense Piedad Baca Romero, divertida y original visión de una mujer ante su propia muerte.
La entrega de premios estuvo amenizada por la actuación del trío musical de violín, violonchelo y piano “On String”, que interpretó algunas piezas de bandas sonoras de películas, como “Los Chicos del Coro”, “Cinema Paradiso” o “Memorias de una Gheisa”, entre otras.

José Cereijo en el Ateneo el pasado 25 de noviembre


El pasado viernes 25 de Noviembre estuve en la presentación de una antología de la obra publicada de José Cereijo, dentro de la colección "Los Conjurados" de la Editorial Polibea, en la Cacharrería del Ateneo (c/ Prado, 21), dentro del ciclo "Los viernes de la Cacharrería".

En ella Cereijo nos recitó casi de memoria varios poemas, haikus e incluso un relato corto.

Da gusto escucharle, con esa voz que tiene tan sonora y profunda, ese recitar tan pausado. Me gustan mucho sus poemas pero además me gusta oírselos recitar sin apenas leerlos, trasmitiéndote todas esas sensaciones y sentimientos de los que están hechos sus versos.

Por otra parte ir al Ateneo siempre está bien, es como entrar en la cultura y zambullirse en ella.

Os dejo algunos vídeos de ese día, aunque se escuchan un poco bajos porque el escenario está alejado y la sala era grande. Pero bueno algunos os los he copiado para que podais seguirlos también.




NUNCA

Nunca dormí en tus brazos.
Nunca me desperté de madrugada y vi el armario, la ventana, los libros,
o escuché el ruido de las cañerías, los pasos solitarios en la calle,
y pensé, incrédulo, que, puesto que todo aquello era real,
tú también debías serlo.
No supe a qué sabían tus labios, o tu risa.
No te vi desnudarte.
No supe ni sabré jamás cómo tus ojos, en el acto del amor, incendiaban la noche.
Esa ausencia es, lo sé bien, una mutilación irremediable;
es un triste muñón, que llevaré conmigo hasta la muerte.
También es, a su modo, forma y prueba de amor, de lúcido y humillado amor,
de devastado y verdadero amor, que ofrezco a tu recuerdo.

José Cereijo




Aquí encima tenéis el vídeo de otro poema que leyó, el titulado Triste Rosa.

Y aquí debajo otro vídeo con algunos haikus que leyó, a cual mejor:

Adónde miran
los ojos de los muertos
tan fijamente.

Soñarte hermosa,
feliz, y en otros brazos.
Pero soñarte.

Pura nostalgia
de sí misma, la vida.
¿Y qué esperabas?



Y éste último que a mí me encanta:

A mis recuerdos
les pregunté por tí.
Aún discuten.

Con el que me despido, que disfruteis de la poesía de Cereijo.



viernes, 2 de diciembre de 2011

Las frases, las benditas frases... Defilé



Entono un mea culpa y pido perdón Señoría porque ayer lo volví a hacer.

Yo no quería, de verdad que no quería...

Pero es esta "letrocleptomanía" que me puede, me puede, Señoría...

"Letrocleptomanía" ó "frasecleptomanía" o cómo quiera usted llamarlo.

Acabábamos de comer en aquel restaurante, Defilé se llamaba, 
todo riquísimo la verdad, riquísimo...
¿La compañía? Fenomenal, agradable, muy agradable.

Cuando de pronto las ví.
¿O fueron ellas las que me vieron a mí?
¿Fueron ellas las que me tentaron...?

Porque allí estaban,
por todas partes a nuestro paso,
tumbadas en la pared y boca arriba,
lozanas y radiantes.
Haciéndome guiños con sus letras,
sus palabras, su mensaje.

Tan oportunas, tan decorativas ellas.

Esperándome, nada más que esperándome.


Y claro una es débil, una es tan, tan débil...

Así que saqué rápidamente la cámara del bolso y las capturé,
en un segundo que lo hice,
las atrapé sin apenas ni rozarlas,
las atrapé sin que apenas nadie me viera,
Las capturé,
 y me las llevé.

Porque no pude resistirme Señoría,
no pude.

No pude.











jueves, 1 de diciembre de 2011

De librerías, de libros usados y sin usar...



Ya es diciembre. Dentro de nada, porque el tiempo se nos escapa, se terminará el otoño pero no quería dejar de regalaros esta foto.

Es bonito el escaparate ¿verdad?

Le pillé también al vuelo en una librería de Valencia. Una que está enfrente de la estación de trenes.

Me gusta darme cuenta de que la foto es casi un fiel reflejo de este momento. Un otoño en que el que caen los libros a mi alrededor como hojas. Un placer anticipado.

La otra tarde descubrí una tienda de libros usados que me pilla razonablemente bien. Lo que en Madrid ya es decir mucho. Cuando al fin fui a pagar los dos libros que me llevaba no pude por menos que decirle al señor que me iba a cobrar: "Me llevo estos dos, sólo estos dos (momentos antes había llegado hasta tener seis libros entre los brazos) porque su tienda tiene un peligro..."
Se sonrió y me dijo: "Bueno para que quién le gustan..." "Claro, claro le dije yo, te tienen que gustar, pero si te gustan aquí te puedes quedar horas..." Porque la verdad es que la tienda es grandecita, y tienen muchos libros apetecibles a precios baratitos... Claro usados, pero algunos casi nuevos, y en cualquier caso, se forran y en paz. Vamos, que sentí que había encontrado la cueva de Alí Babá.

Me llevé "un Manuel Vicent" y "un desconocido", los dos juntos por seis euros. Manuel Vicent siempre me gusta, y el desconocido porque a veces  hay que investigar y darles una oportunidad a los nombres nuevos... no solo fíarse de lo conocido.

¿Es que no tenía nada que leer? Nada más lejos, sigo con el de Lorenzo Silva, el último, pero es que además tengo ahí esperando por mi comedor diferentes montañitas de libros nuevos deseosos de ser leídos... Solo de mirar las montañitas ya me estoy relamiendo. Lo que os decía, placer anticipado.

Gula, pura gula de libros, que se llama.

Mi Cueva de Aladino está en la calle Raimundo Fernández Villaverde, no recuerdo el número, está situada, según bajas desde Cuatro Caminos hasta Nuevos Ministerios, en la acera de la izquierda, ya pasado el Juteco y antes de llegar al edificio de Teléfonica que hay ahí.

Pero no puedo volver en unos días, nopuedonopuedonopuedo, que si no por menos de nada me compro otro libro...


miércoles, 30 de noviembre de 2011

Sagrario del Peral "Fragmentada" con Pedro Maria Sánchez, Iñigo Coppel y David Llosa


El pasado viernes, a las 7 y media de la tarde y en Libertad 8, Sagrario del Peral presentaba en sociedad su poemario "Fragmentada".

Arropándola en la escena estaba el actor Pedro María Sánchez. Y con la música los artistas Íñigo Coppel y David Llosa.

Allí estaban otros poetas, recuerdo ahora a Jesus Malia, Raul Campoy... Y junto a ellos quisimos estar también algunos miembros de la tertulia Rascamán como Javier Díaz Gil, Paloma Sánchez y yo.

Dice Pedro María Sánchez de Sagrario del Peral que es "un exceso andante". Me hace gracia esta expresión, la verdad, pero las dos veces que se la he escuchado en diferentes recitales siempre me he quedado pensando que es muy cierta y le viene fenomenal a esa personalidad que tiene Sagrario.

Con ganas de comerse el mundo, recitando con fuerza y con voz alta y sonora, sin apenas necesitar micrófono, cercana, espontánea, desordenada, viva,  nos muestra Sagrario sus versos.

Qué nervios se pasan en el escenario, pero Sagrario se bandea bien con ellos, tiene la facilidad de domarlos y volverlos suyos. También tuvo el acierto de acompañarse de ese buen recitar del actor Pedro María Sánchez, que da gusto escucharle la verdad qué bien lo hace, y de dos músicos como Íñigo Coppel y David Lloca, a quiénes yo no conocía, pero que me dejaron muy buen sabor de boca.

En fín, que aquí os dejo con algunas fotos y vídeos para que podais también saborear la tarde...


                                                                                                       

                                                                                                                                                                       

               









                                                                                                                                      








                                                                                                                                                        

lunes, 28 de noviembre de 2011

Hasta el día 30: "Semejanzas" una exposición de Poemas y Fotografías. Begoña Montes y Emilio Ramírez



Quedan dos días para el 30 de Noviembre.

Quedan dos días para que termine el mes, y se lleve con él una exposición de poemas y fotografías que te está esperando en Moratalaz, en el metro Pavones.

Es gratuita y está en:
Centro Sociocultural y Juvenil Moratalaz.
C/Fuente Carrantona 10, de Madrid.
Con fotografías de Emilio Ramírez y poemas de Begoña Montes. 

Yo estuve el otro día y la verdad es que se ve en poquísimo tiempo, me quedé con ganas de ver más "semejanzas": más poemas y más fotos. Pero aún así, me alegré de haber ido. Porque luego pensando llegué a la conclusión de que ese poco tiempo que se invierte en verla no es proporcional al que te deja después de poso en tu interior. Volvía a casa en metro y sin darme cuenta aún pensaba en algunos de esos versos: "¿Quién organiza tu agenda?". No sé ¿Lo habéis pensado alguna vez? ¿Quién organiza nuestra agenda? ¿En quién depositamos ese tiempo de ocio o no de ocio?

En fin...

Son poemas breves, muy sugerentes, tanto los versos como las fotografías, que yo creo que en este caso los complementan.

Os dejo con tres de ellas a modo de ejemplo para que os hagais una idea. A mí estos poemas que os dejo me gustaron mucho.

Había muchos fotos y poco espacio y no pude hacer bien las fotos, pero bueno espero que se vean más o menos...

(Ya sabéis, como siempre, que si pinchais en la foto se ve más grande...)









sábado, 26 de noviembre de 2011

Premio en el XX Certamen de Narrativa María Fuentetaja de El Escorial



El jueves fue la entrega de premios del XX Certamen de Poesía y Narrativa Maria Fuentetaja del Ayuntamiento de El Escorial, donde me dieron el premio a la mejor obra escrita por una mujer, por mi cuento "Por triste".

La verdad es que uno se alegra mucho cuando te dan un premio. Es una inyección de motivación y reconocimiento. En este caso, y en narrativa, el número de obras presentadas había sido de 319 (164 escritas por hombres y 155 por mujeres).

El jurado del premio estaba formado por: Dª Blanca del Cerro Gutiérrez (Escritora. Ganadora del XVIII Certamen de Poesía y Narrativa María Fuentetaja), Dª Isabel Díaz Serrano (Poetisa., promotora cultural y crítica literaria), D. Sergio García Soriano (Psicólogo y escritor), Dª Concha Fernández (Escritora), D. Carlos de la Calle (Escritor) y Dª Victoria Taboada Soto (Profesora de Historia del Arte y Literatura).

La entrega de premios fue en el salón de actos del Centro Cultural Villa de El Escorial. Esta es otra cosa buena de los premios, que te da la ocasión de ir conociendo la geografía española. Muchas veces son pueblos o ciudades donde ya he estado, pero otras, muchas veces la verdad es en pueblos que no se me hubiera ocurrido visitar si no es por estas razones. En este caso, El Escorial ya lo conocía, pero sobre todo había estado en San Lorenzo de El Escorial, donde el Monasterio y no en la parte de abajo, que es donde estaba este Centro Cultural.

En primer lugar hubo una conferencia a cargo de Dª Victoria Taboada sobre la reina Isabel II de España muy amena e interesante. Me gustó mucho cómo contaba la historia Dª Victoria, hizo una exposición de forma muy clara y muy ordenada. Daba gusto escucharla. Parece ser que pertenece a un curso de conferencias sobre distintas Reinas que se titula "Las reinas que hicieron historia". Qué pena no vivir más cerca para poder ir.

Después por parte de Dª Carolina del Campo, secretaría de la Concejalía de Igualdad de Oportunidades, se llevó a cabo la lectura del acta y subimos los dos premiados (Poesía y Narrativa) a recoger el diploma y a leer nuestros textos. Dª Carolina ha sido también muy amable conmigo. Cada vez que se ha dirigido a mí me ha dado toda la información de forma muy amplia y siempre con mucho agrado.

Y nada, pues que ya pasó... Lo paso fatal con los nervios, pero luego la verdad es que siempre están bien estos actos. Te das cuenta de que hay personas muy agradecidas con el relato que les lees, muy amables, cuando terminas enseguida vienen a darte la enhorabuena y a comentarte cómo les ha parecido. Da gusto. 

Si quereis leer el acta o incluso las obras ganadoras y finalistas, están colgadas en la web del Ayto. de El Escorial. En el bloque de la izquierda vais a Cultura, después en Actividades 2011, y por último Certamen de Poesía y Narrativa 2011. Os dejo el vínculo:

http://www.elescorial.es/


De todos modos también os dejo con mi relato. Cuando escribo casi siempre me gusta ir alternando los tipos de relatos. Si la última vez he inventado un relato serio pues después toca intentar escribir uno más distendido. Me gusta alternarlos. Este es de los distendidos. Es un relato sobre la literatura, es un guiño, un juego con las figuras literarias y con el lenguaje mismo...

Bueno a ver qué os parece.


 
¡Por triste!
Un día perdí los adjetivos. Como lo oye. Menudo conflicto. Qué digo conflicto, qué desesperación. Porque, quieras que no, te preocupas. Se pueden perder las llaves, las gafas, la cartera y sobre todo los nervios, pero ¿los adjetivos? ¿Quién pierde hoy en día los adjetivos? Nadie. A esos nos lo pierde nadie... Lo lógico es tener tus adjetivos siempre al alcance de la vista, o mejor dicho de la lengua. Pero ¿cómo se sentiría usted si de pronto se diese cuenta de que los ha perdido? No hace falta ni que conteste, fatal, cómo me sentí yo, frágil, perdido, desnudo, indefenso, neutro. No se puede usted ni imaginar la angustia de esas horas en que no los encontraba… Porque claro al final aparecieron. ¿Que qué dijeron? Que habían estado jugando. Imagínese. Esa fue la absurda explicación. Jugando. Como niños. No lo podía creer. Después de los nervios, la preocupación, los problemas y que habían estado jugando…  Pues sí los adjetivos también juegan. Ya lo ve. Bueno, bueno, bueno. Uno a uno les fui llamando al orden, me enfrenté a ellos, les regañe y hasta les amenacé con encerrarlos para siempre, claro que en el fondo cualquiera sabe que aquello traería más problemas que soluciones, así que al final tuve que aguantarme y como a niños dejarlos sueltos...

Todo comenzó aquel día que resbalé. Otras veces había resbalado en casa, en la acera, en el metro... pero nunca había tropezado con un tropo. Con un tropo no resbala nadie ¿no? Pues sí, porque allí estaba, en mitad de la calle, en mi camino, entre mis pies… Y con lo patoso que soy pues tropecé con él, me enredé entre sus ambigüedades y caí en todo el centro de una enorme metáfora, dentro de la cual y sin remedio empecé a sumergirme poco a poco. Era un espejismo. ¿Qué digo un espejismo? Era una auténtica pesadilla. Porque su gran fuerza poética me absorbía y absorbía. Me succionaba. Y quizás no fuera una metáfora sino una metonimia, ya sabe que son familia, porque me hundía, me hundía sin remisión, aunque hacía esfuerzos y esfuerzos por salir de allí, cuando lograba sacar una parte me arrastraba el todo, cuando intentaba saltar sobre el continente, parecía aspirarme con más fuerza aún el contenido. Una pesadilla, ya le digo. Daba una brazada, y me hundía, daba otra y me hundía aún más en su significado. Iba a abandonarme ya a mi suerte, sin comprender aquello, cuando entre los esfuerzos acerté a divisar un palíndromo. Aunando todas mis fuerzas intenté cogerlo, pero como era por delante como por detrás, por un lado como por otro, se me resbalaba entre los dedos, y así una y otra vez, una y otra hasta que conseguí asirlo por el centro, me impulsé y al fin logré salir de la metáfora, o de la metonimia, o de qué sé yo qué maldito tropo era ese... Quizás era una alegoría pensé después... que no alegría porque salir, salí de allí, pero cómo salí...

Al borde del agotamiento, una vez fuera del tropo, al intentar respirar me acometió un ataque de enumeración, una y otra y otra, y otra vez más me tuvo la enumeración sin poder hablar, ni explicarme, sin parar de enumerar de forma virulenta y polisintética, qué menudo número hasta que conseguí ordenarme por dentro, porque no hubo de parar el ataque hasta que no bebí un litro de y griegas. Pero eso no fue lo peor, no, lo peor es que a raíz de los esfuerzos, se me salieron los acrósticos. Cómo se lo cuento. Formaban un bulto vertical claramente visible sobre la horizontalidad de mi piel. No, no escocían, no dolían, no sangraban, pero estéticamente llamaban un poco la atención no le voy a engañar. Aún así sabía que no debía preocuparme. En mi familia siempre habíamos padecido de esos órganos. Al primo Genitivo también le molestaban, pero a él se los sajaron, desde entonces se le conocía en el pueblo como Genitivo Sajón. También le ocurrió a otro primo, al Dativo, el que vivía por la declinación del río, pero él no tuvo suerte y murió. La literatura le tenga en su gloria. Así que más por miedo que por vergüenza, desde que se me salieron los acrósticos, decidí sufrirlos en silencio. 

Pero como consecuencia de aquel horrible y metafórico episodio, arrastré durante semanas un dolor y una ronquera que no se me curaban. Sabía que necesitaba atención facultativa, sin embargo cuando intentaba explicarlos ante el doctor no lograba definir, no podía detallar síntomas, no alcanzaba a explicar la intensidad, ni la profundidad, ni el grado, ni el malestar que me aquejaba. Y fue ahí, ahí fue cuando me di cuenta de que en la caída no solo me había hundido en una metonimia, me había costado asirme a un palíndromo, me había acometido un ataque de enumeración y se me habían salido los acrósticos sino que además, y sobre todo, me había ocurrido algo infinitamente peor: había perdido los adjetivos. No sabía qué había sido de ellos, suponía que al caer se me debían haber deslizado desde los bolsillos, se habían extraviado, echando a correr, cayendo por las alcantarillas, volándose con aquel vendaval literario...  ¿Qué sabía yo? Mis adjetivos... me preguntaba lloroso ¿Dónde habrían ido a parar? 

Ya ni me preocupaban los acrósticos, lo que a mí me amargaba la existencia era haber perdido los adjetivos, no quería yo ser el ablativo de todo el pueblo. Si yo contaba que me había quedado sin ellos, la noticia correría de boca en boca, como pólvora, en los pueblos son así, y me mirarían raro. Ya notaba yo que estaba cambiando, como una brújula que ha perdido el norte me sentía… Intentaba hablar y mis sustantivos salían a pasear por el aire como soldados uniformados, no existía diferencia alguna entre ellos. Echaba de menos a sus parejas, a los que hasta aquel entonces habían paseado de su brazo otorgándoles cualidades. ¿Y los colores, la intensidad, los atributos que los diferenciaban...? Ay mis calificativos que me habían ayudado tanto, mis queridos epítetos que ya no estaban... Y de suspirar por ellos y omitirlos, de esconder la pérdida, de tragarme el dolor y sorberme la tristeza, me resentí del zeugma. El vacío se me agarró a los riñones y a las amígdalas y no me dejaba hablar con fluidez, tiraba de mí para que yo omitiera palabras, para que me reservara información. Yo que siempre había pecado de espontáneo, de no guardar los secretos...

Así que volví a la consulta, no podía decir que había perdido los adjetivos, que clase de hispanohablante pensaría el médico que era yo, pero podría quejarme del zeugma que me martirizaba la vida y maltrataba mi vocabulario. En el fondo lo que más me asustaba era que una mañana alguien empezara a llamarme Antonomasio, padre de los dolores, que la gente es así, que hace leña del árbol que cae, lo sabré yo... Y luego el sambenito a ver cómo se lo quita uno de encima... si no que se lo digan a mi primo Genitivo.

Total, que el doctor Haiku, ante la gravedad de mis síntomas, procurando olvidarse de la medicina que solía practicar que en mi caso no haría que éstos remitieran, me escuchó muy atento lo del zeugma, la puntita del iceberg nada más en todas mis dolencias, y apuntó un tratamiento de choque: Una anáfora por la mañana, otra por la tarde y otra por la noche durante semanas, friegas con comparaciones a lo largo del día, tanto en la garganta como en los riñones, unas gárgaras con un anacoluto todas las mañanas y por último, vahos de aliteraciones por las noches en el pecho, que eso me gustó porque me recordó a mi infancia y el “vipsvaporub”. Este tratamiento me prometió que mejoraría mi vocabulario, mi expresión, mis ideas... El tratamiento aseguró que les daría fluidez, les imprimiría ritmo, les colorearía de sonidos.

-                     Te voy a hablar como a un subjuntivo de mi familia -y con la mano en el fonendoscopio dijo que quizás me curara o me curase- Pero no te quiero engañar -añadió- va a ser un tratamiento que te va a suponer esfuerzo y dedicación... no abandones. Si no tendré que volver a mi medicina, recetarte inyecciones con versos, esas que duelen de verdad porque van cristalizando según entran en el cuerpo, o supositorios que te obliguen a contar una y otra vez las sílabas de las frases y la disposición de los acentos…
-                     No doctor, por favor, eso no -le supliqué con angustia en algo más que en la voz. No me imaginaba cómo podría quedar yo después de esa medicina. 
-                     Tranquilo, quizás no sea necesario llegar hasta ese extremo, veremos como respondes al tratamiento...

De camino a casa, decidí ir dando una perífrasis, necesitaba pensar y tranquilizarme, y entré en una biblioteca a rezar a todas las figuras sagradas para que acudieran en mi ayuda. Rogué con tres rataplán, plán, plán, dos mec mec y en un tris ante la rica Onomatopeya, para que se apiadara de mí y me otorgara sus favores. Rogué ante la irracional Prosopopeya con solemnidad para que no me dejara convertirme en una fiera, perder el conocimiento, los principios y adjetivos... Rogué y rogué y rogué ante la Redundancia formas y más formas de acudir en mi ayuda. “¿Dónde andarán mis adjetivos? -penaba yo-. Si aparecieran desaparecerían mis problemas...”. Y seguía rezando a las figuras para que intercedieran por mí... “Sin ellos ya no podré pensar, ni hablar, ni escribir, ni relacionarme, ni nada... Seré un ser neutro, opaco, vacío.” No alcanzaba a imaginar una vida lejos de mis  adjetivos... El desamparo me embargaba... La desolación, la aflicción, la angustia, el pesar... iban haciendo mella en mí y no dejaban de estrujarme el alma con saña.

Hasta que unas lágrimas dejaron de obedecerme y se deslizaron vertiginosas por mi cara como por un tobogán. Al sentirlas y sin pensarlo me llevé los dedos hasta ellas, mojándome con su tacto.

“Pero qué triste estoy” alcancé a decir finalmente.

Y en ese momento oí una vocecita chillona  que decía:

-          “Por triste” dando una palmada a la pared victorioso.
-          Jo, -se quejó triste- no vale... Ha sido por su culpa... -decía señalándome... jo, siempre yo ¿Por qué?...

Y entonces empezaron a salir todos de sus escondites, “triste” dando patadas de desilusión, “alegre” dando saltos, “desconfiado” mirando hacia todos lados, “sonriente” enseñando hasta las muelas, “azul” haciendo piruetas de surf sobre una ola, “pensativo” tocándose la barbilla, “perezoso” bostezando, “cansado” sentándose por todos lados, “feliz” deslizándose levitando sobre los demás... Y llegó sudoroso, preocupado, paciente, nervioso… Y hambriento, y enfadado y estudioso... y todos los demás.

Todos, todos empezaron a salir de sus escondites y aparecieron ante mí, como son ellos: distintos, únicos, mágicos.
-          ¿Pero se puede saber dónde os habéis metido? les reprendí como un padre,  cogiendo a enfadado por los hombros, pero sin saber si reír o seguir llorando esta vez de alegría…
-          “Estábamos jugando...” contestaron ellos todos a la vez.


Y sin prestarme más atención, salieron corriendo para todos lados y gritando “La próxima vez la liga triste...” Y triste detrás de ellos se quejaba de su suerte “Jo, siempre yo, ¿por qué a mí? Qué pena y qué desgracia...”
Y me sonreí viéndoles alejarse... pero sintiéndolos tan cerca que solo con nombrarlos aparecerían ante mí. Y se me pasó el dolor y la ronquera y el zeugma y los acrósticos y ya nadie, nadie me llamaría Antonomasio, porque mis adjetivos seguían a mi cargo, seguían en mí para colorearme la vida de emociones.


©Rocío Díaz Gómez