Un blog de literatura y de Madrid, de exposiciones y lugares especiales, de librerias, libros y let

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viernes, 16 de febrero de 2024

El faro de Valencia

 




Hoy languidece, solitario y en la lejanía, el centenario faro de Valencia.

El progreso pudo con él. Fue tal la ampliación del puerto, levantaron tanto el dique que el patrón de sus destellos, únicos e intransferibles para cada faro, apenas se distinguía y lo jubilaron sin, ni tan siquiera, la pensión vitalicia de servir de coartada para jóvenes fogosos o abuelos ociosos. 

Ya no valgo ni para oscuro refugio, se lamenta arrinconado.

Antaño cómplice mudo de tantas parejas que buscaron intimidad bajo la luna y su perfil protector, ahora solo es visitado por las gaviotas.

Pobre faro centenario que, rodeado de enormes embarcaciones y mercancías, como un trasto más, se aburre en una esquina del mar. Pobre faro, que desde el 2015, no logra hacerte un guiño seductor con su luz. Nadie le hubiera convencido de su triste destino, cuando en aquel lejano 1905 le inauguraba Alfonso XIII.

No te apures, musito desde la lejanía. 

No vas a ser ni el primero ni el último a quién me acerque gracias a mi cámara, porque no pueda hacerlo con mis pies. 

Y mientras me alejo con el botín de las fotos robadas, siento que me habría gustado alcanzarle, pasear su base, admirar su porte vetusto de piedra, acariciar su piel marina.

Será que éste tampoco era, suspiro, mientras me despeina el Levante.

Porque no pierdo la esperanza de que la luz exacta y particular de algún faro me conduzca a la isla del tesoro. 

Mientras la encuentro, ellos seguirán señalados en todos mis mapas.







viernes, 27 de octubre de 2023

De balcones y ventanas

 


No estabas loco, lo eras.

Y cada mes tu locura se resumía en algo distinto. 

En el último se te antojaron las ventanas y balcones. Cuanto más decorado o recargado mejor, decías. 

No te bastaba con descubrirlos, con contemplarlos, con fotografiarlos. No, tenías que estar, asomarte, respirar con los brazos extendidos y posar para mí. Ese era el reto.

Y un día eras el nuevo pintor de la fachada del edificio y otro el que revisaba las persianas, un día el que contralaba la salida de los humos y otro los riesgos estructurales. 

Qué más daba, fuera con la excusa que fuera, lograbas colarte en la casa, convencer a quién te abriera la puerta y con una sonrisa triunfante asomarte para mí que, abajo en la acera, me contagiaba de tu sonrisa y con la cámara preparada, musitaba ¡será liante...! y te hacía la foto que querías. 

No estabas loco, eras un encantador de quién te propusieras. En la última semana de octubre un encantador de vecinos. Mi encantador.

No estabas loco, sin duda era yo quién lo estaba, pero por ti. 














lunes, 23 de octubre de 2023

La leyenda del Lago Misurina

 


Misurina, la hija del rey Sorapiss, era una niña consentida que se encaprichó de un espejo que podía leer los pensamientos de quiénes se reflejaban en él. 

El hada que habitaba en el monte Cristallo, poseedora del mágico espejo, solo accedió a desprenderse de él a cambio de que el rey Sorapiss se convertiera en una montaña cuya sombra cuidaría de sus plantas, marchitas por el exceso del sol.

Misurina deseaba tan ardientemente ese espejo que no pensó en las consecuencias del trato y siguió clamando por él. El rey Sorapiss ansioso por complacerla accedió a la condición del hada y mientras la pequeña recibia feliz su espejo, fue transformándose.

Mientras la niña se miraba al espejo, Sorapiss terminó de convertirse en una alta montaña, desde la que Misurina cayó al vacío. El rey contempló impotente el trágico final de su hija, derramando tantas lágrimas que se fue formando en el valle un inmenso lago que llevaría el nombre de su hija y en cuyo fondo se quedó para siempre el espejo roto.

 





Situado en Cadore, a unos 1750 metros sobre el nivel del mar, el lago Misurina, también conocido como la "Perla de los Dolomitas", es el lago natural más grande de Cadore, Véneto.
Rodeado por Tre Cime di Lavaredo, Sorapiss, Cristallo y Cadini, y algunas de las cumbres más famosas de los Dolomitas.




viernes, 20 de octubre de 2023

Il faro de Desenzano

 


Era feliz escapándose de viaje, pero si además el destino estaba cerca de un sereno mar y se salpicaba de algún longevo faro se multiplicaba el placer de la escapada. Sin embargo en aquella ocasión eligieron el norte de un país, eligieron montañas y lagos, eligieron la energía positiva de tierra adentro y el agua dulce.

Por eso, cuando paseando por el Lago de Garda, en el bello Desenzano, tropezó con un precioso faro en su puerto viejo no se lo podía creer. ¿Cómo no sabia de su existencia? Si lo primero que hacía en cuánto tenía unos billetes de avión y un itinerario era empaparse bien de sus tesoros... 

Bendito despiste: Aquel faro llevaba allí esperándola desde mucho antes del 1900. 

Esperando en aquel lugar que previamente se había iluminado con unas pocas lámparas de aceite confiadas a un empleado, pagado por el ayuntamiento, que las encendía según las fases de la luna. Pero en 1882, a causa de la bebida la luna no debía verse muy nítida, porque el ebrio farolero no cumplió con su función, quedándose para la posteridad anotada la consecuente reprimenda.

Y aquello no quedó ahí, porque se decidió contratar a personal más cualificado, un linternero permanente, para ocuparse del nuevo faro (y rompeolas) construído a raíz de la equiparación del puerto de Desenzano con uno marítimo según Real Decreto de 1887. Y "en la tarde del 16 de julio de 1895 se encendió la nueva linterna del puerto" por parte de Flaminio Scarpa, oportuno nombre, el nuevo linternero que se ocuparía de este quehacer hasta 1903, cuando se sustituyó por iluminación electrica. 

120 años después, en un anómalo y cálido octubre, tropezamos casi sin querer con "il faro de Desenzano". Allí nos esperaba gentil y pacientemente. Delicado, elegante, señorial. Alzándose fotogénico sobre las barcas de colores y el agua espejada del lago. Recortándose su perfil sobre el atardecer y el paso del tiempo. 







sábado, 30 de septiembre de 2023

Septiembre. Los Picapiedra y los podcast, los viajes y los cumples.

 


Tal día como hoy, un 30 de septiembre, pero de 1960 se emitió en Estados Unidos el primer capítulo de Los Picapiedra. 

¡La de aventuras en blanco y negro que yo vería de pequeña de Pedro y Vilma, Pablo y Betty, Pebbles y Bang Bang. Viene volando desde lejos la conocida sintonía mientras me aguanto las ganas de chillar como una loca: ¡Vilmaaaaaa! 

El 30 de Septiembre también se celebra el dia del podcast. ¡La de podcast que habré escuchado yo mientras voy caminando por la calle! 

Cuando yo llegué a este mundo Los Picapiedra ya llevaban tiempo en nuestras casas. Empezó a emitirse en España en el año 1964. Cuántos septiembres distan desde aquellos dibujos animados de Los Picapiedra que veía yo sentada, en el suelo y frente a la tele, escoltada por mis hermanos y con mi bocadillo entre las manos, hasta los entretenidos e interesantes podcast que ahora voy escuchando por la calle mientras la pulsera de mi muñeca va registrando fielmente mis pasos.

Mucho, muchísimo, ha cambiado el mundo y mi vida. 

Sin embargo, cada uno de esos septiembres guarda el tesoro de un viaje. Unas veces a un destino más cercano, otras a algunos más exóticos y lejanos, pero siempre, siempre, llegado este mes, desde que empecé a disfrutar viajando, no he dejado de hacerlo. 

Septiembre me tiene reservado siempre un viaje y un cumpleaños. Septiembre me los atesora todos y así he ido viviendo cada septiembre de mi vida, viajando y soplando velas. Y cuando no hay velas se inventan, como en este último, que mientras mis sobrinos me improvisaban con los dedos los números romanos de la cifra que cumplia, yo soplaba la llama de un encendedor.

Aunque al final para que, igual que se me olvidaron las velas, se me olvidara pedir el deseo.

No tengo remedio.

Tampoco es la foto en la que salgo más favorecida, pero ¿importa? Importa el dulce momento, e importan todas las felicitaciones y cariños que recibí a cuenta del cumple. Gracias a todos.

Hasta dentro de un año, querido septiembre, qué bien te has portado siempre.


 


lunes, 19 de junio de 2023

Los lunes-viernes y los murales (Los Llanos de Aridane)

 


Los lunes nos inventábamos que eran viernes. 

Cogíamos papel y lápiz y jugábamos a la horca con la palabra "despertador". 

Después nos echábamos a la calle, estirábamos los brazos y jugábamos a ser felices moviéndolos arriba y abajo, mientras corríamos como locos por las aceras. La gente se apartaba a nuestro paso y nos miraba llevándose su índice a la sién. 

Pero a nosotros no nos importaba, porque teníamos la ilusión intacta de quién al día siguiente no tiene que madrugar.  

-¿Me ajuntais? nos preguntó un señor trajeado y zapatos brillantes.

-¡Por supuesto! -le contestamos, sin dejar de planear- Solo tienes que inventarte que hoy es viernes. 

Y el señor trajeado extendió sus brazos, empezó a moverlos arriba y abajo y echó a correr detras de nosotros.

Pronto fuimos una fila muy larga de funcionarios, barrenderos, conductores de metro, churreros... muchos soñadores, a la vez y juntos, planeando por las calles de Madrid. 

Y mientras las recorríamos, de pronto, las fachadas se iban coloreando, se iban poblando de seres increibles que salían a nuestro encuentro, que se asomaban a conocernos y nos saludaban encantados desde su pared.

Los lunes-viernes eran tan mágicos que podía ocurrir cualquier cosa.










domingo, 11 de junio de 2023

Las colecciones. Los aseos

 


De pequeña tenía una caja de muñecas recortables. Las tenía morenas, rubias, pelirrojas, con pelo corto, largo, de todos los tipos y colores. También tenía en la misma caja muchos y diferentes vestidos, con esas típicas pestañitas que se doblaban y sujetaban a los hombros de las muñecas para vestirlas. Me gustaban mucho, creo que casi más que las muñecas más grandes y voluminosas. Lo malo es que en una de las mudanzas la caja de mis recortables se perdió para siempre. 

Después he seguido con mis colecciones de papel. Y he coleccionado separadores de libros, los tengo de varios países, siempre me devuelven una sonrisa cuando los veo. Aunque confieso que los miro poco, la nostalgia puede ser muy pegajosa. 

Lo que empezó con la caja de recortables ha seguido conmigo toda la vida. Y sigo coleccionando. A veces me preguntó por qué. 

Dicen los expertos que al hacerlo liberamos dopamina, que obtenemos placer cuando buscamos y conseguimos. Y como en casi todo, ofrecen diversas razones. Lo hacemos a veces para conectarnos con el pasado, o puede ser que sea porque nos gusta ordenar, clasificar, o también lo hacemos para llenar algún vacío interior que acarreamos... En fin. Pero tampoco importa tanto por qué. El caso es que a algunos nos da por coleccionar.

Yo disfruto coleccionando faros. Me gusta ir a buscarlos a donde están, encontrarlos, disfruto mucho contemplando el lugar apartado dónde perviven, suele ser una maravilla y disfruto, por supuesto, viendo cómo son ellos. Pero si además me dejan entrar y subir... bueno, entonces ya, levito. 

Vale, también es verdad que me gusta coleccionar los letreritos de los aseos. Supongo que, de haberme conocido, Freud disfutaría mucho conmigo y esta fijación que tengo.

 Los que os traigo hoy los atrapé en la isla de La Palma. Los de dibujos de algún crío estaban en Santa Cruz de la Palma en un sitio donde hacen unos zumos riquísimos. Y los otros más decorativos de niños leyendo en el baño son de un restaurante en Los Canarios donde nos ofrecieron un mojo casero que madre mía... Así que, ya veis, pura nostalgia.

 



 






miércoles, 7 de diciembre de 2022

"Morir en Iguazú" de Javier Díaz Gil

 


 Una vez conocí un poeta. Y nada más conocerle me fui de viaje con él a Rusia. Fui una valiente ¿verdad? Que los poetas son gente muy especial… Bueno, tengo que confesar que no estábamos solos. Él también iba con su musa. Y yo iba con mi compinche. Y los cuatro íbamos, en teoría, con un buen grupo de personas más. Ya, ya, tampoco fui tan valiente. Pero lo cierto es que era como si aquel viaje solo lo hubiéramos hecho los cuatro juntos. Los cuatro por Moscú, y los cuatro por la Plaza Roja escuchando los chistes de un anciano ruso. Los cuatro por San Petersburgo, y los cuatro visitando el Museo Hermitage en zapatillas para no rozar el precioso suelo de madera. Los cuatro conociendo pueblecitos de cúpulas doradas y cenando en oscuros y gigantescos hoteles rusos. Los cuatro comprando matriuskas, los cuatro increpando a un bandarrilla que me quiso robar. Los cuatro afianzando una amistad que me enorgullece.

Qué importante llegaría a ser aquel poeta en mi vida y cuánto tiempo, ese don tan preciado, me habrá regalado ya. Nada más llegar de aquel viaje en el lejano 1997, comencé a ir de alumna al taller de creación literaria que impartía en un barrio casi tan lejano de casa como la misma Rusia. Bueno, vale, solo estaba en la otra punta de Madrid. Pero en qué buena hora me atravesaba yo cada jueves mi ciudad, que no es precisamente pequeña, para compartir escritura. Porque, aunque yo no era poeta, aquel poeta que ya era mi amigo me enseñó a familiarizarme con el lirismo que sabe dulcificar una prosa. Me enseñó a ordenar mis textos, a encontrarles finales, para que se convirtieran en relatos. Me enseñó a buscar la inspiración dónde no creía que la hubiera. Me enseñó a confiar tanto en mí misma como para que al final le hiciera caso y empezara a presentarme a concursos literarios. Me enseñó a compartir y disfrutar mi forma de escribir. Y todo ello sin esquivar las bromas y las risas, las lecturas compartidas, las salidas literarias divertidas e inolvidables.

Aquel poeta llegaría a ser mi Maestro. Y el Maestro, que sigue dirigiendo nuestro grupo literario después de mil y un cursos, acaba de sacar un nuevo poemario.

¿El octavo ya? Creo que sí. Se llama “Morir en Iguazú”, y está llenito de poemas que escribió durante un viaje a Brasil. Es un librito delicado y elegante donde los poemas aparecen en español y portugués. Se los han traducido dos poetas brasileños: Virna Teixeira y Fabio Aristimunho. Está también salpicado de bellas ilustraciones de nuestra compañera de letras Carmen Padín. Todo el poemario desde la primera página hasta la última destila una discreta pero profunda serenidad, por lo que dicen sus versos, por la riqueza del lenguaje, por sus colores, y sobre todo por cuánto alcanza a transmitirte cuando lo lees.

Una vez conocí a un poeta, se llamaba Javier Díaz Gil y era, y es, un tipo muy especial. Solo tenéis que asomaros a las páginas de sus poemarios para descubrirlo.

 

MORIR EN IGUAZÚ / MORRER EM IGUAÇU

Javier Díaz Gil

Editorial Lastura

86 páginas

 



 


 



domingo, 16 de octubre de 2022

Alberobello y el duende. La Puglia en septiembre del 22

 


 Un duende de Alberobello quiso venirse conmigo.
"¿Conmigo?" pregunté yo espantada. Y respondió a mi estrañeza asintiendo sonriente con su cabeza de orejas puntiagudas.

Así que yo continué: "Mira que en mi ciudad no podrás vivir en una casita tan blanca como tu trullo, ni tiene techos de forma cónica, ni parece, para nada, un lugar recién salido de un cuento como tu Alberobello.".
Pero el duende se mostraba impertérrito ante mis explicaciones rebatiendo cada uno de mis argumentos: "Pero tu casa es tan pequeña como un trullo, y las paredes de tu patio también son blancas. ¡Y para cuentos ya te inventarás tú cada noche uno."
"¿Yo?. Mira duende- le dije- creo que me estás confundiendo con otra. Lo cierto es que tú no me conoces de nada."
"¡Eso es lo que tú crees!" me respondió burlón estirando su dedo índice. Y antes de que me diera cuenta, con un gracioso brinco, desapareció.

Como nadie más que yo le había visto, decidí que tampoco a nadie se lo iba a contar. Solo conseguiría que me miraran raro y cuchichearan a mis espaldas.

Sin embargo, desde que volví de La Puglia cada noche me encuentro con la cena hecha y la cama deshecha. Pero no como si hubiera dormido alguien, no, sino retirados los cojines y la colcha abierta y preparada para que me acueste.

Desde que volví de La Puglia cada noche después de cenar, estoy inexplicablemente inspirada, y soy capaz de inventarme un cuento distinto antes de entregarme a un sueño reparador.

"Benditos viajes, me digo satisfecha con su efecto sobre mí. ¿Quién quiere duendes en su vida?" me pregunto con una sonrisa antes de intentar dormirme. Y me vence un sueño tan rico que ya no me doy cuenta de que unas manitas diminutas me arropan bien y me dan un suave beso donde más me gusta.



#alberobellotrulli #alberobello #lapuglia #viajar #viajaresvivir  











jueves, 11 de agosto de 2022

11 de agosto. Leónidas, Grecia, y un verano

 


Dice la revista National Geographic que tal día como hoy:


11 de agosto de 480 a.C.
Leónidas I, rey de Esparta, muere defendiendo el desfiladero de las Termópilas durante la Segunda Guerra Médica.

 

En cuánto lo he leído me he dicho ¡Anda Leónidas! y se me ha escapado una sonrisa sin proponérmelo. Hay nombres que se te quedan ya para siempre colgados con un imperdible invisible a la memoria. 

"Leónidas", el famoso rey de Esparta, el legendario héroe que terminó sus días en la batalla de las Termópilas. ya siempre nos abrirá una puerta invisible al viaje de junio del 2022, devolviéndonos a aquel momento.

La pasión que Alba, nuestra guía, transmitía al contarnos la batalla. La foto de grupo gritando todos a la vez que en realidad era un pequeño vídeo. Las risas, el calor griego y las botellitas de agua que nos vendía el conductor.

"¡Espartanos! ¿Cual es vuestro oficio?"

La gratificante sensación de estar aprendiendo, o recordando, historia mientras conoces los lugares donde se desarrolló. Qué placer el de viajar así.

Qué placer viajar.





lunes, 6 de junio de 2022

Los faros de Fuerteventura

 


Los faros de Fuerteventura preguntan por ti.
Los alisios les soplan que ya te fuiste de las islas Afortunadas.
Pero ellos te echan de menos y utilizan la cadencia particular de sus señales para que les recuerdes, para llamar tu atención y, sin palabras, invocando a tus recuerdos, pedirte que vuelvas.

No saben esos faros que lo que más temes tú es dejarte llevar por el canto de las sirenas que se zambullen bajo ellos.
Ese canto que cautiva, ese tan sugerente impregnado de añoranza, que si no te taparas los oídos cada noche, como Ulises, podría robarte la voluntad, pues lo trajiste enredado entre tus rizos.