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miércoles, 15 de julio de 2020

"El paseo de los canadienses" de Amelia Noguera y los refugios de Almería. Literatura y viajes.




Te encantaba cuando leyendo una novela, de pronto tropezabas con algún lugar dónde habías estado. De pronto, te sentías deslizarte por el sumidero de la memoria hasta zambullirte de cabeza en un mar de imágenes del tiempo que viviste en aquel lugar, ya fueran días u horas, qué más daba, volvías a nadar entre aquellas aguas de un lugar remoto, un tiempo pasado, un viaje que de nuevo te hacía sonreír.

Hacía poco tiempo que te había ocurrido con "El mal de Corcira" de Lorenzo Silva, y la isla de Formentera, sobre todo con su Faro. De pronto al leer aquella descripción te viste allí,  y era como si otra vez vivieras lo que viviste entonces, los acantilados y una rata, el faro, el autostop y un perro que, contra todo pronóstico, te quería. Sentías de nuevo lo que habías sentido aquella vez. Era mágico. El poder de la literatura, la evocación de los recuerdos, la magia de los viajes y aquel revuelto maravilloso que consistía en sentirlo todo a la vez. Otra vez. Siempre.

Todo permanece intacto en la memoria, solo hay que saber cómo traerlo de nuevo al presente.


Esta vez ha ocurrido con el libro "El paseo de los canadienses" de Amelia Noguera. De pronto hablaba de los refugios de la guerra de Almería. Y te viste allí. Y habían pasado cinco años, fue en el verano de 2015, pero era ahora, porque estaba ocurriendo otra vez. Otra vez la oscuridad y aquellos pasillos angostos, de nuevo la humedad y la piel de gallina de pensar cuántos horrores se debieron vivir allí  y todavía impregnaban las paredes. Era Almería, era verano, pero sentías frío.

 La literatura y los viajes, la mejor combinación posible. Viviendo en ti. Siempre.

 

"Fernanda siguió las indicaciones de una enfermera del Socorro Rojo que servía comida a los refugiados bajo otra carpa enfrente del Ayuntamiento y no tardó en encontrar la entrada al refugio que conducía al quirófano del que nos había hablado el guardia. (...) Pero la verdad es que no le faltaba razón: aterraba caminar por esos pasillos tan húmedos y fríos, estrechos, sin ventanas, que, a menudo, olían a orines y, sobre todo, contaban historias de terror. No olvidaré nunca las inscripciones de las paredes, los mensajes, los ruegos... El intenso miedo que los que utilizaban aquel lugar para ponerse a salvo de los bombardeos dejaban plasmado en el yeso. Ese miedo, además, se nos contagió a medida que avanzábamos  por los túneles e íbamos viendo las camillas con los heridos vendados, quejándose o callados, con la vista perdida, sentí ganas de correr hacia la salida.
(...)
Alguien corrió una cortina que estaba cerca de nosotros. Recurdo los pequeños azulejos azules de la sala llena de aparatos de metal blanco. Mis ojos aún no se habían acostumbrado a la poca luz, pero no me hizo falta para vislumbrar a mi madre en la sombra... 
(...)
Nunca he vuelto a Almería y debo decir que apenas recuerdo cómo era entonces. Jamás he podido dejar de sentir un miedo atroz al pensar siquiera en recorrer el mismo camino que me llevó allí. Mi hija me contó que taparon las entradas de todos los refugios en los años cuarenta y que ahora el quirófano y varios túneles se pueden visitar, es la red de refugios abiertos al público más larga de toda Europa. La entrada a aquel quirófano donde encontré a mi madre y supe que mi hermano había muerto está taponada ahora por un kiosco donde se vende la prensa, chicles y palomitas, diseñado por Guillermo Langle, el mismo arquitecto que ideó los cuatro kilómetros de refugios en los que los almerienses intentaban desesperadamente evitar las bombas. Sobre otros, ahora hay bares donde se vende pescaíto frito y bebidas frías. Algunos no saben lo que ocurrió allí, ni tampoco les importa."

El paseo de los Canadienses 
Amelia Noguera






http://rociodiazgomez.blogspot.com/2015/07/el-refugio-de-la-guerra-civil-espanola.html

Os dejo el enlace a mi blog, de la entrada que escribí sobre Almería y sus refugios en julio de 2015.

Y el de esta etiqueta de "Literatura y viajes" de Lorenzo Silva y su último libro "El mal de Corcira":
https://rociodiazgomez.blogspot.com/2020/06/el-mal-de-corcira-de-lorenzo-silva.html



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#Amelia Noguera

lunes, 13 de julio de 2015

El Refugio de la Guerra Civil Española en Almería





Cuando este mes pasado, en junio de 2015, he visitado el Cabo de Gata, me acerqué una tarde a Almería para visitar el refugio de Guerra Civil.

Se trata de 1 km de galería, de los 4,5 km que existieron, que se ha recuperado y se puede visitar. Justo por debajo del Paseo de Almería. Constituye en la actualidad el refugio más grande de Europa abierto al público y lo tenemos aquí en España.

La verdad es que me gustó mucho la visita. Es muy interesante. Primero te muestran un documental donde algunos de los niños de entonces cuentan cuando tenían que correr a refugiarse al aproximarse los bombardeos. Y después del documental con sus voces, las imágenes de aquel tiempo, el sonido (impresionante), todo te lo va contando y enseñando una guía que me gustó mucho cómo lo explicaba, con mucho detalle.


Este Refugio fue diseñado por Guillermo Langle y está a 9 m de profundidad. Parece ser que empezó a construirse en 1937 y se terminó en el 38. Almería sufrió 52 bombardeos. Tenían éstos pasadizos 67 accesos, que cuando acabó la guerra se cegaron con kioskos también diseñados por Guillermo Langle, de los que se conservan dos o tres.

Nos contaba la guía también, como este ingeniero había pensado en todo a la hora de diseñarlos:
En la ventilación con tubos de uralita de 100 milímetros de diámetro ubicados junto a las bocas y que resistiera el lanzamiento de granadas de mano; en la colocación de entrantes y salientes que evitaran las avalanchas y, a su vez, hicieran de pantalla en caso de que estallasen granadas; en dos hilos de cobre para alimentar las bombillas que iluminaban los refugios...



Estas galerías constan de almacén despensa, un refugio un poco más especial a la altura de la casa del arquitecto (tenía cojines, un asiento un poco más ancho...):




Y hasta un quirófano que te lo muestran con el instrumental de la época, preparado para atender a los enfermos. Nos contó la guía que en una visita de un grupo, una señora se emocionó mucho mientras lo veía porque resulta que ella había nacido en ese quirófano...

También  nos iba mostrando mientras la visita los letreros o dibujos que han perdurado en las paredes y que hicieron en aquellas horas allí metidos.

El dibujito de un avión


El nombre de "Francisco"

Éstos no constituían el único refugio para los almerienses, sino que había otros naturales en cuevas o en los depósitos de Mineral de Hierro de la Compañía Andaluza de Minas y en las cuevas de La Chanca.

Una vez que la guerra termina, las bocas de accesos son cegadas con una serie de kioscos racionalistas, diseñados por Guillermo Langle, que pasan a formar parte del mobiliario urbano de la ciudad. Aún hoy podemos contemplar algunos de ellos en la Plaza Urrutia, en la Plaza Conde Ofalia y en la Plaza Virgen del Mar, aunque éste último bastante reformado.



Los refugios no se volvieron a utilizar, pero las galerías han continuado dormidas por el subsuelo de la ciudad de Almería, guardando los ecos de aquellos días.