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jueves, 1 de febrero de 2018

La estatua de Oscar Wilde en Dublín





Y lo que te hubiera gustado a ti conocer a este hombre.

Para que te mirara así, con ese gesto entre socarrón y de vuelta de todo. Para que te dijera esas frases de doble filo que ahora aparecen por todas partes con su nombre debajo que te gustan tanto.

Para que tú le pudieras decir que en su época no se debían decir ciertas cosas, pero ahora ya sí, que solo era cuestión de esperar. Para que tú le pudieras decir que no penara por Lord Alfred Douglas, ese rubio y guapete joven, aristocrático y medio poeta, que no le convenía nada, que no le llegaba ni a la suela del zapato.





 
Lo que te hubiera gustado a ti conocer a Oscar Wilde.

Y ver cómo "las gastaba" su espíritu rebelde. Y escucharle atentamente. Tenía que ser tan interesante conversar con él.

Pero te has tenido que conformar con llegar hasta Dublín, su verde ciudad. Y acercarte hasta la plaza Merrion y entrar en la esquina del parque georgiano, donde te han dicho que suele recalar.

Allí estaba, recostado sobre una roca; de frente a una de las casas donde vivió, mirándonos de reojo a los pobres mortales que esperábamos para fotografiarle.

¿Qué pensaría de nosotros? ¿Qué pensaría de su propia estatua?


Lo que te hubiera gustado a ti conocer a Oscar Wilde.



 
 
 



domingo, 17 de febrero de 2013

Presencia de ánimo




Hoy vamos a hablar de una expresión, de la que he hablado con un amigo ultimamente por lo curiosa que nos resulta. Una expresión que, aunque es de toda la vida, tampoco yo creo que se utilice mucho. Me estoy refiriendo a la expresión: Presencia de ánimo.

¿Nunca habéis escuchado eso de...? Fulanito tiene mucha presencia de ánimo...

Viene en el diccionario de la Real Academia, cuando buscamos la palabra "presencia".

Presencia de ánimo, conservar el ánimo ante cualquier situación.

presencia.
(Del lat. praesentĭa).
1. f. Asistencia personal, o estado de la persona que se halla delante de otra u otras o en el mismo sitio que ellas.
2. f. Asistencia o estado de una cosa que se halla delante de otra u otras o en el mismo sitio que ellas.
3. f. Talle, figura y disposición del cuerpo.
4. f. Representación, pompa, fausto.
5. f. Memoria de una imagen o idea, o representación de ella.
~ de ánimo.
1. f. Serenidad o tranquilidad que conserva el ánimo, tanto en los sucesos adversos como en los prósperos.


Presencia viene del latín "praesentia": cualidad de estar adelante.
Ánimo viene del término latino "ánimus", el carácter, el coraje, el valor... 

 Es curiosa la expresión ¿verdad? Rastreando por internet he encontrado que hay una frase célebre donde la nombran e incluso hay un cuento de Oscar Wilde que se titula así. Copio a continuación ambos. También hay algún que otro libro incluso con ese título.

Pero a vosotros que os parece ¿Se utiliza a menudo? Yo creo que no mucho. Pero está bien, es elegante, es una expresión con clase. 

Ya, ya lo sé, hemos oído mucho más, también con la palabra "presencia", la de "... en presencia de mi abogado". Ay la tele, la tele...



Presencia de ánimo y valor en la adversidad valen para conquistar el éxito más que un ejército.
John Dryden



Presencia de ánimo

Mi joven amigo el actor interpretaba el papel principal de una obra extremadamente popular. Durante meses no había quedado una sola localidad libre en el teatro, y en el momento mismo de la representación las colas para la platea y la galería se extendían varias millas; de hecho, llegaban hasta Hammersmith (aunque debo agregar que la obra se representaba en Hammersmith).
Una noche, durante la representación, en el terriblemente tenso momento en que la pobre florista rechaza con desdén las detestables propuestas del malvado marqués, una enorme nube de humo se extendió por los costados del escenario, que fue sitiado por grandes lenguas de fuego.
Aunque el telón descendió de inmediato, el público estaba aterrorizado y se precipitó hacia la salida. Se desató un pánico horroroso: los hombres comenzaron a gritar y a empujar, las mujeres daban alaridos y se tiraban de las ropas. Había el grave riesgo de que varios espectadores murieran pisoteados y, de hecho, algunas faldas se ensuciaron y varias camisas de vestir quedaron arrugadas.
En el clímax del estruendo apareció por la puerta de la orquesta mi joven amigo el actor -que en la obra ama y es amado por la florista-, contempló la situación de un vistazo y trepó al escenario. Allí parado, ante el telón de hierro, erguido, con la mirada destellante y el brazo levantado, ordenó que se hiciera el silencio con una voz que resonó en todo el teatro, como una trompeta. El público conocía bien esa voz y se sintió reconfortado: el pánico remitió de inmediato.
Les dijo entonces que el fuego ya no era peligroso, que ahora estaba bajo control. Sin embargo, explicó, el miedo de todos constituía un peligro muy real y, dado que sus vidas dependían de que mantuvieran la calma, era necesario que regresaran de inmediato a sus asientos.
Todos hicieron lo que se les dijo, sintiéndose muy avergonzados. Y cuando las salidas quedaron despejadas y todos los asientos fueron ocupados de nuevo, el actor dio un ligero salto sobre las candilejas, alcanzó la platea y se esfumó por la primera puerta a su alcance. Entonces el humo saturó el auditorio, las llamas irrumpieron a cada lado y ninguna otra alma salió con vida del lugar.
Es así como podemos apreciar la utilidad de la presencia de ánimo.

Oscar Wilde