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lunes, 18 de octubre de 2010

"Esperadme en el cielo" de Maruja Torres



La otra noche me terminé “Esperadme en el cielo” de Maruja Torres.

El argumento podríamos resumirlo en que la autora llega al cielo, y allí se encuentra con sus dos queridos amigos Terenci Moix y Manuel Vázquez Montalbán. Con ellos visitará los lugares reales e imaginarios que compartieron y ella es feliz allí con ellos. Sin embargo algo ocurre que hace peligrar ese estado de “felicidad”… Y no cuento más porque si no desvelaría más de lo que a mí me hubiera gustado saber antes de comenzar a leerlo.

Este pequeño libro, de 200 páginas es un cuento, un cuento largo donde hace un homenaje a la amistad, a la felicidad, a saber vivir, a la nostalgia por las personas que queremos y dejamos de tener, a los buenos recuerdos.

Está envuelto en una atmósfera mágica, puesto que al estar todos muertos pueden viajar libremente por todo el mundo en un instante… Y ahí los tienes disfrazados de lo que más quieren, de ladrón de Bagdad, de Gran Visir y de Jean Simmons en la película Narciso Negro. Se recrean en los recuerdos, en su barrio natal de Barcelona, y vuelan hasta Alejandría o Beirut…La autora se convierte en Wendy o en Alicia, y hasta aparecen las mascotas de uno de sus amigos. Todo es un poco estrambótico, raro, atropellado.

Se lee bien, es corto y bastante ligera su lectura. Me gusta como comienza, el arranque es bueno. Es una historia curiosa, dulce, con algunos golpes de humor que están bien, la verdad. Aunque tengo que reconocer que a mí no me ha enganchado. Había páginas que disfrutaba leyéndolas, diálogos que me gustaban, sin embargo la historia en sí no llegaba a atraparme, y no estaba, como en otros libros, deseosa por retomarla.

Yo creo que la autora lo ha debido pasar bien escribiéndolo. He leído en muchas entrevistas que incluso le ha servido como escritura terapéutica. Pero sin embargo a mí como lectora no ha acabado de llenarme. He leído otros de libros de ella que me han llegado más. Quizás es que al ser premio Nadal mis expectativas eran más altas. Quizás sea eso.






La autora: Maruja Torres

El 16 de marzo de 1943 se produjo en Barcelona el nacimiento de María Dolors Torres Manzanera, la escritora y periodista española que acostumbra firmar sus trabajos como Maruja Torres.

Esta integrante de una familia murciana debutó en el mundo de las letras cuando sólo contaba con 21 años de vida. Por ese entonces, sólo era una joven que había realizado cursos de taquigrafía y mecanografía, pero el hecho de ser contratada por el diario “La Prensa” como secretaria de redacción le abrió las puertas del universo literario. Poco tiempo después, Torres ya había logrado consolidarse en el rubro y gozaba de un gran reconocimiento.

A lo largo de su trayectoria, esta autora que asegura no ser antisemita sino antisionista y hasta se animó a insultar de forma pública a quienes se identifican con el Partido Popular español, trabajó como periodista en medios como “Garbo”, “Fotogramas”, “Por Favor” y “El País”, fue guionista de la película “El rey del mambo”, corresponsal de guerra y, como es de público conocimiento, probó suerte como novelista.

Maruja Torres es creadora de obras como “¡Oh, es él!” (material irónico inspirado en la figura del cantante Julio Iglesias), “Ceguera de amor”, “Como una gota”, “Mientras vivimos”, “Un calor tan cercano”, “Mujer en guerra: más masters da la vida”, “Hombres de lluvia” y “Esperadme en el cielo”, por citar sólo algunos de los títulos que forman parte de su producción literaria.

Por demostrar un gran talento a la hora de escribir tanto narrativa como artículos periodísticos, esta mujer de perfil polémico que alterna su lugar de residencia entre Beirut y Barcelona ha sido distinguida en diversas ocasiones. El Premio Víctor de la Serna, el Francisco Cerecedo, el Premio Planeta y el Premio Nadal son algunos de los galardones que, hasta el momento, ha recibido Maruja Torres.



martes, 6 de abril de 2010

"Un calor tan cercano" Una novela "deseobiográfica" de Maruja Torres



Nunca había leído una novela de Maruja Torres. Artículos sí, muchos, y siempre me han dejado un buen sabor de boca. Por eso tenía ganas de leer alguna de sus novelas, sin embargo no sé por qué siempre que he tropezado con alguna de ellas, no he llegado a sentir que me pedía con su voz crujiente de página: “léeme, léeme” así que por unas u otras razones no había llegado a hacerlo.

Hasta “Un calor tan cercano”, que me la recomendaron unos amigos, me la recomendaron y además me la prestaron. Y aunque la lista de libros que aún tengo por leer es larga, con tantas facilidades ¿Cómo iba a negarme?

Cómo me alegro de haberlo hecho. Porque desde que comencé a leerla, ha sido hacerlo de un tirón. Es corta, doscientas y pico hojas, pero te vas sumergiendo en la historia sin darte cuenta y ya no la puedes abandonar, salvo para lo urgente.

“Un calor tan cercano” cuenta la historia de Manuela, una escritora de novelas policíacas, que, tras recibir la noticia de la muerte de su madre, y otra llamada, se embarca en un viaje hacia el pasado, hacia su infancia en la Barcelona de los años cincuenta, un período de su vida marcado por la asfixiante relación con su madre y su tía Amalia, y el refugio que encuentra en su tío Ismael y su prima Irene. Ese sería el principio del argumento.

La novela comienza así: "Anoche recibí dos llamadas. Una, de Barcelona. La otra, de Aix-en-Provence. Así es como la vida te agarra por los pelos."

¿No os gusta? A mí me gustó mucho porque tienes la intriga de dos llamadas desde la primera línea, tienes el lugar Barcelona, y tienes una forma de vivirlo y sobre todo de contarlo que te sacude: "la vida te agarra por los pelos".

Aborda varios temas, la relación materno-filial, la España de postguerra, el paso de la infancia a la madurez, la pérdida de la inocencia, el amor, la compasión… Parece increíble que se puedan abordar tantos temas en una novela pequeña como es ésta, pero también es muy intensa y tienen cabida todos.

Reconozco que tiene varios puntos que ya de partida a mí me gustan siempre en una narración. Dos de ellos los descubrí nada más empezar la lectura, que son el tipo de narrador y dónde está ambientada. Y el tercero tiene que ver con uno de los temas que aborda. Pero mejor vamos por partes.


La novela está narrada en primera persona, me gustan las narraciones así, porque te permiten de un plumazo entrar en la historia. Es una narración muy sencilla, que transmite cercanía y va discurriendo plácida con la historia. Es lineal el paso del tiempo en la parte central de la novela, pero comienza en el presente del otoño de 1987, hace un flashback y va hacia atrás, a la infancia en 1954, donde se desarrolla, para volver al presente de nuevo 1987, en las páginas finales.


La novela está ambientada en Barcelona. No sé si será porque parte de mi infancia transcurrió en Cataluña, pero siento mucha afinidad por Barcelona y me gustan las novelas en las que la encuentro. Por supuesto esta Barcelona no es la mía, porque es la del postguerra, pero aún así.

Y en último lugar la novela, entre otros temas que ya he comentado más arriba como son la relación materno-filial, la pérdida de la inocencia, el amor, habla también de lo confusos de algunos sentimientos, de esa mezcla de cariño con rencor que nos dejan algunas relaciones que de alguna forma, por lo que sea, quedaron inconclusas. Me gusta cuando se aborda este tema.

Además es una novela en la que se intercalan con la acción algunas reflexiones. Me gusta cuando se van filtrando esas reflexiones. Os copio a continuación a modo de ejemplo uno de esos momentos que me gusta mucho en el libro:

"Hay un principio para cada episodio de la vida, como hay un final, pero nadie es capaz de reconocerlo cuando se presenta, quizá porque vivir consiste en perder a menudo, ganar de vez en cuando, pero casi nunca en saber. Amamos sin razones, y sin razones, también caemos en la indiferencia. Partimos, creyendo que la despedida ha sido consumada, para descubrir que el adiós, aún sigue ahí, lento y desgarrador, inexplicable. Con igual falta de pericia confundimos la nostalgia por un sentimiento con el sentimiento mismo, y arrastramos durante más tiempo del necesario a difuntos que piden a gritos que se les eche tierra encima. No creo que el conocimiento acerca de lo que uno siente mitigue el dolor o intensifique el goce. Más bien al contrario, porque aleja del que sufre la esperanza e introduce en la felicidad el germen de la duda. Pero algo te da: la posibilidad de renacer entre las ruinas." (Pág 233).

No os he hablado de los personajes. Hay distintos y muy variados personajes en la novela: Manuela, su madre Mercedes, su tía Amelia, el tío Ismael, la prima Irene, el Conjunto Frenesí, los Nacionales, Doña Asun... Lo que hace la novela muy rica porque todos ellos están muy bien perfilados. Os dejo con la descripción donde se nos presenta al Conjunto Frenexí:

"La facilidad del tío para relacionarse con gente distinta a nosotros me fascinaba, y el Conjunto Frenesí me atraía, además, porque figuraba en la extensa lista de Cosas Prohibidas del Barrio a las que, por expreso mandato de Amelia y Mercedes, no me podía acercar: las putas, las pensiones donde éstas entraban y de donde salían sin parar... (...) Tanto el escritorio donde el médico extendía sus recetas como su instrumental dormían ahora debajo de las mantas -y con ellos todo rastro de dolor y sordidez- y el rey de las maracas en que se había convertido meneaba hombros y caderas con un delirio que justificaba el nombre con que había bautizado a su grupo. Ceñido de cintura para abajo por unos pantalones plateados que, a la altura de la pantorrilla, se abrían en una cascada de flecos, medio cubierto el torso por una blusa escarlata con escote en pico y mangas afaroladas, flanqueado por otros tres ... Morales meneaba su cuerpo regordete hasta alcanzar la apoteósis: plantado en medio de la habitación, alzaba los brazos, doblaba la cintura hacia atrás, y agitando furiosamente las maracas aullaba: ¡Maaaaaaambo!, un grito animal que atravesaba el balcósn y se despersaba en la calle como el confeti en la procesión del Corpus." (Págs 43 y 44).

Pero ya me he extendido mucho, así que para terminar os dejo con un párrafo donde la misma autora habla de su novela, me gusta el término que utiliza para hacerlo, dice que no es autobiográfica sino deseobiográfica, que curioso ¿verdad?, pero bueno mejor os dejo con ella:

«Algunas novelas son como los remordimientos: se abren paso sin que la voluntad del autor pueda impedírselo. Un calor tan cercano, en principio, ni se iba a titular así ni iba a tratar de lo que trata. El tema de la infancia sólo aparecía en la medida en que justificaba el comportamiento adulto de la protagonista. Poco a poco, sin embargo, igual que, en mi ficción, Manuela se ve obligada a retroceder más de tres décadas para llegar a la etapa final de su viaje, para ponerse en paz, yo sentí que era ésta, y no otra, la novela que tenía que escribir para saldar, a mi vez, mis propias cuentas. Uno escribe, al menos yo lo hago, para dotar de sentido a lo que no lo tuvo, y para inventar lo que a la vida se le olvidó. Para ordenar el caos. Por eso Un calor tan cercano no es una novela autobiográfica, sino deseobiográfica, y sus personajes, que no existieron –algunos sí: pero sólo me ofrecieron un vago punto de partida, mezclándose y robándose las características que les recuerdo—, hoy me parecen más reales que aquellos a quienes realmente conocí.»


Maruja Torres es una escritora y periodista española, que a lo largo de su trayectoria se ha hecho acreedora a los premios Nadal (por su novela Espérame en el cielo, de reciente aparición) y anteriormente ya había ganado el Planeta, por su novela del año 2000, Mientras vivimos. Nacida en Barcelona, en la actualidad vive la mayor parte del tiempo en Beirut y se dedica a escribir artículos para el diario El País.


Bibliografía:
¡Oh es él! Viaje fantástico hacia Julio Iglesias (1986)
Ceguera de amor (1991)
Amor América: un viaje sentimental por América Latina (1993)
Como una gota (artículos, 1995)
La garrapata (cuento perteneciente al libro Barcelona, un día,1998)
Un calor tan cercano (1998)
Mujer en guerra. Más másters da la vida (Biográfico, 1999)
El velo y las lágrimas (cuento perteneciente a Mujeres al alba, 1999)
Mientras vivimos (2000) XLIX Premio Planeta
Hombres de lluvia (2004)
La amante en guerra (2007)
Esperadme en el cielo (2009)

Premios:
Premio Víctor de la Serna de periodismo, concedido por la Asociación de la Prensa de Madrid (1986)
Premio Francisco Cerecedo (1990)
Premio de Literatura Extranjera, por Un calor tan cercano (1998)
XLIX Premio Planeta, por la novela Mientras vivimos (2000)
Premio Nadal, por la novela Esperadme en el cielo (2009)

jueves, 13 de agosto de 2009

Un artículo de Maruja Torres "Los abrazos no dados"


Os copio hoy este artículo del periódico del último domingo. Creo que da que pensar.




MARUJA TORRES PERDONEN QUE NO ME LEVANTE


Los abrazos no dados
MARUJA TORRES 09/08/2009

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Muere alguien cercano –y, créanme, estoy en una edad en que ello sucede a menudo-, y me pregunto si le abracé lo suficiente. La memoria contiene atenciones dedicadas a la piel, al perfume de cada uno. En mi olfato evocador permanecen los referentes de esa persona con la misma exactitud con que ahora mismo, si cierro los ojos, evoco el olor de la gente viva a la que quiero, tanto si permanece lejos como si voy a encontrármela en el transcurso del día de hoy. Registramos la percepción que recibimos de las personas amadas –y hay muchas formas de amar, afortunadamente–, el aroma que desprenden y la manera en que nuestra capacidad para el encuentro lo adopta y clasifica. Pues se mezclan, en los sentimientos que perdurarán para el recuerdo convertidos en una sensación única, el olor del otro y nuestro don más o menos afilado para recibirlo.


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“Estamos en una época en que el contacto físico ‘sentido’ acobarda”


Y es entonces, cuando alguien muere, y te llegan a los sentidos el vaho de su cabello en verano, la frescura de sus pecas en invierno, el mensaje de su ropa… Es entonces cuando te preguntas si os abrazasteis lo bastante.


Inevitablemente, uno mira alrededor para comprobar si está abrazando lo bastante a quienes le rodean y le importan. Y comprende que hay mucho abrazo vano y mucho besuqueo en el aire, pero que nos falta acercar el pecho, darse con el torso uno de esos toques profundos, una de esas transmisiones de afecto que el otro metaboliza, que acompañan.


¿Se han dado cuenta de la cantidad de personas que retroceden un paso cuando pretendemos abrazarlas así? Sobre todo hombres. Los hombres sufren, para su desgracia –no es el caso de los gays, desde luego-, de falta de aprendizaje para los contactos que no sean sexuales. La ternura los inunda, pero carecen de espitas para darles cauce. Entonces los abrazas y callan, temiendo que se vaya a abrir el mar Rojo y los vaya a engullir, o que se vaya a abrir el mar Rojo y sencillamente los escupa. Es decir, temiendo, pero no sabiendo qué temer. Estamos en una época en que el contacto físico sentido, no el de las palmadas en los hombros ni las formalidades, acobarda.


No hablo de amantes –ése sería otro cantar: que hablen quienes aún tienen hormonas–, hablo de amigos. ¿Nos apretamos las manos, no para saludarnos, sino para comunicarnos? ¿Lo hacemos en público, sin importarnos los demás sólo porque nos lo pide el cuerpo, sólo porque nos parece necesario, sólo para decir “estoy aquí, contigo, como siempre”? A veces sí. Pero no con tanta frecuencia como deberíamos.


Hay personas ríspidas, hirsutas, erizadas. Me faltan definiciones, pero muchas tienen que ver con los moluscos. Mal educadas en las emociones físicas, con una infancia a cuestas que aún destila sequedad o exceso de leche materna, y que tienden a envararse, confundiendo la sobriedad con el papel de lija.


Hay gente que no sabe abrazar y que no lo sabrá nunca, con lo que eso supone de soledad interna para ellos, y de despellejamiento de los abrazos de uno, de frustración. Y hay gente que abraza demasiado, tanto que se desvaloriza, y termina dando tanto que da muy poco.


Pero entre medias hay personas que aprenden a abrazar, que superan el miedo al compromiso –o simplemente, a no saber hacerlo, a que se les note la falta de costumbre– y que se van abriendo de a poquitos. Créanme de nuevo –pues entre lectores y leídos siempre hay algo de relación de mutua fe–, es una sensación extraordinaria asistir a eso, al descubrimiento de los tiernos gestos físicos, gestos amistosos hasta el tuétano, gestos puntuales que acercan más que las palabras o que dotan de sangre y calor a las palabras, o que hablan con una elocuencia para la que aún no hemos inventado palabras.


Hay personas que aprenden a abrazar, y personas que aprendemos a apreciar su esfuerzo y a respetar sus caminos. Y agradecemos que eso ocurra, porque es un trabajo que habremos hecho en vida y del que nadie se arrepentirá.