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viernes, 12 de febrero de 2016

"El balcón en invierno" de Luis Landero




"En los libros leídos está la sombra, el rastro de lo que fuimos, los diversos bocetos de nuestro aprendizaje estético y de nuestra evolución vital, los vestigios de ciertos afanes que un día nos conmovieron y que luego, tras ser devastados por el tiempo, con los materiales de sus ruinas construimos nuestro modo de ser y de sentir, y lo más valioso y secreto de nuestro bagaje cultural. 


 También en la vida real la memoria funciona así, con pasajes subrayados y notas marginales, con detalles cargados de sugerencia, a veces convertidos en símbolos. Hay épocas de nuestra vida de las que apenas recordamos nada. Años, que por intrascendentes y rutinarios, que son casi todos, la memoria ha ido abandonando hasta entregarlos al más atroz de los olvidos. ..."


Terminé de leer "El balcón en invierno" de Luis Landero con una sonrisa.


Es una novela que me ha gustado leer, más allá de lo que cuenta, por el puro placer de disfrutar de la prosa de este autor. 

La ¿novela? es un inventario de recuerdos. No cuenta una historia como tal, sino que es eso, un desgranar de vivencias del autor. Y qué bien las cuenta Landero...

"Esa palabra corresponder, la tengo marcada a fuego desde niño. Si te hacían un favor, un regalo, una invitación, había que corresponder. Si no eras capaz de corresponder, se agradecían mucho los ofrecimientos, pero no se aceptaban, no podían aceptarse. Por eso nuestros regalos eran siempre modestos, para no ofenderla y crearle un cargo de conciencia. "


Nada más comenzar el autor te habla de su insatisfacción mientras está escribiendo una novela: "La insinceridad de lo que se escribe con oficio más que con devoción" preguntándose "¿Dónde está en verdad la vida?" y se asoma al balcón a mirar a la calle, y termina por bajarse "ahí fuera, en el bicherío de la calle”, y darse un paseo para finalmente volver a subir a su casa a ese balcón desde el que mira fuera y de este modo un balcón le lleva a otro, en el que estuvo con su madre cuando murió su padre, comenzando la crónica familiar:

"Yo tenía dieciséis años, y mi madre cuarenta y siete. Mi padre, con..."

Hastiado de la ficción el autor se vuelve a "su verdad" y nos regala sus recuerdos, sus vivencias que inevitablemente llevan implícita una cierta melancolía. Por ello quizás este libro no pueda ser calificado como una novela, sino que es más bien un ensayo, sobre todo un diario, una reflexión.

Por ello también el tono del libro es íntimo, cercano y sencillo.

"A veces ocurría que me enamoraba perdidamente de una palabra hasta entonces desconocida y durante varios o muchos días vivíamos un amor turbulento, excluyente, febril, y yo escribía poemas donde esa palabra era la protagonista, la estrella invitada, y las demás hacían de teloneras. Palabras como errabundo, cénit, heliotropo, añoranza, inefable, éxtasis, madreselva, doliente, iridiscente, plenitud, taciturno... Y así llegó el día en que me sentí poeta de verdad, hermano menor de Becquer, solitario y triste como él, elegido por un destino fatal como él, frágil pero también indestructible como él.

La poesía me hizo fuerte y me asignó un lugar en el mundo..."

El tema de este libro y en general de su obra, es la relación entre ficción y realidad. Y también es muy importante la nostalgia del pasado, el paso del tiempo, las relaciones humanas... Y así en su particular viaje vemos de refilón la historia de la España de aquellos años donde se subraya el abandono de los pueblos por la marcha a las ciudades en busca de una vida mejor.


Geográficamente se ubica en la Extremadura de la infancia del autor, en el pueblo de Alburquerque, y a partir de la adolescencia en Madrid, en el barrio de La Prosperidad, "La Prospe". Y arranca el viaje que hace el autor por y desde su memoria en septiembre de 1964.

Los personajes de esta obra, por tanto, son todos aquellos que rodearon la vida del autor: en primer lugar son los padres, su padre tan exigente para con su hijo del que siempre quería un futuro mejor al suyo, su madre más templada, más práctica, espectadora resignada de sus andanzas, sus hermanas, su abuela Frasca, el profesor que le ayudó en sus lecturas... Habría que destacar a su primo "Paco" que tanto influyó en su vida. Personajes entrañables.

Es dificil contar mucho de este libro. Porque es un puzzle de recuerdos y sensaciones. A mí me ha gustado mucho, pero no se puede decir de qué trata. Yo he disfrutado simplemente dejándome llevar porque es muy evocador, y te va llevando de la mano la prosa poética y reflexiva del autor. 


"...Me pregunto (sin ánimo desde luego de obtener respuesta) si los sentidos, desazonados por un escalofrío a deshora, no alertarán a la conciencia de la llegada recuerrente de aquella primera tristeza infantil. ¿Somos así de casuales, así de frágiles, de simples? ¿Somos entre otras cosas, el niño cuya ánima en pena andará siempre errante por las otras edades de la vida?"


lunes, 18 de julio de 2011

"Retrato de un hombre inmaduro" de Luis Landero




Se me había quedado atrás ésta entrada que había medio hecho en su día del libro "Retrato de un hombre inmaduro" de Luis Landero.

He pensado que ya que estaba medio hecha se merecía su lugar, aunque después de este libro me haya leído dos o tres, o cuatro casi, no la iba a dejar sin colgar ¿no? Pobrecilla...

Así que aquí os la dejo.


Se trata de una reseña sobre la última novela de Luis Landero (Alburquerque, 1948).

El argumento cuenta la historia de un hombre de 65 años que en una noche de hospital (quizá la última de su vida) evoca vivencias personales y le cuenta a alguien —según parece, a una mujer— los acontecimientos más importantes de su vida, los que merecen reflexión.

Por tanto la historia no está contada de modo lineal, ya que su memoria da muchos saltos en el tiempo y elude sucesos menos relevantes o los pasa con una breve alusión. Y por tanto el paso de un suceso a otro es aleatorio según le dice la memoria, pero al lector el autor se los divide en espacios en blanco para facilitarle la lectura.

Está dividida la historia en siete capítulos sin título ni numeración alguna, dividido en esas escenas que ya os he comentado donde se van recogiendo los distintos recuerdos.

A mí de esta historia sobre todo me gusta la forma en que es es contada. El protagonista está claro que es un antihéroe, un ser inseguro, inmaduro, desorientado... (de ahí el título), que se intuye no va a terminar muy bien... Ha sido botones, periodista en una revista de su barrio madrileño de Chamberí y tendero con una papelería, habiendo querido ser pastor (“sin nada que guardar”, pág. 152)... De todo.

Pero tiene muchas dosis de humor, y de vez en cuando te sorprende la historia con escenas que te dejan perplejo por su surrealismo y su originalidad. Por ejemplo la historia del minusvalido que busca a alguien para que le lleve a la manifestación ¡cómo te sorprende luego...!

Sí, tengo que destacar que tiene una riqueza de personajes dignos todos de ser protagonistas. Porque junto a nuestro protagonista antihéroe, tenemos a varios que son para nota, como la del nómada con vocación de sedentario en contraste con el fontanero impostor que cambiaba de barrio pero sin llevar herramientas. Solo por citar alguno más.

“A mí lo que me parece interesante es el mundo, el asistir gratis al espectáculo de los demás.”

Yo creo que lo mejor de esta novela es ese ritmo con que va fluyendo, sucediéndose los recuerdos según van saliendo de la mente de su protagonista, un poco sin orden ni concierto. Pero eso le da a la lectura una agilidad que la hace muy entretenida.

Por otro lado de fondo está tocando temas tan importantes como el dinero, el tiempo, la vida, la muerte... las contradicciones y la conciencia. Una conciencia llena de contrastes que podría ser la que tenemos cada uno de nosotros habitualmente dándonos toquecitos de atención desde dentro. Y sobre todo, ya he dicho, el paso del tiempo y la pregunta interior y machacona de si lo hemos aprovechado bien. Claro con ese tema de fondo cómo no me iba a gustar a mí, que es una de mis principales obsesiones.

Está contado en primera persona, lo cual te hace que te puedas sentir muy identificado con la historia.

A mí me gustó, la verdad. Hombre no es que sea inolvidable, de hecho en algunos momentos yo le hubiera quitado digresiones al texto, creo que está un pelín inflado de ellas, claro es mi opinión. E incluso la del protagonista en varias ocasiones:

“Bueno, supongo que porque así es mi vida, porque voy y vengo y no sustancio nada” ... Ya he vuelto a perder el hilo de la historia”,  “Bueno, si es que esto es una historia” . “¿Por dónde seguir en esta aldea en ruinas que es la memoria al cabo de los años?”

Pero está entretenida y sobre todo es que me gusta mucho cómo escribe Luis Landero. Ese tono coloquial y sin embargo depurado que tiene. Esa forma de escribir que pronto ves tan cuidada. Esa forma tan fluida de mezclar todos los estilos, el directo con el indirecto, la prosa con los diálogos... la narración con la reflexión.

 En fin... que en cuanto tenga oportunidad me leeré alguna que otra obra suya que me llama la atención.





Luis Landero, que se dio a conocer hace veinte años con el Premio Nacional de Narrativa y de la Crítica que le supuso su novela Juegos de la edad tardía, a partir de cuya publicación se situó en el panorama literario actual, ha escrito también Caballeros de fortuna, El Guitarrista y Entre líneas: el cuento o la vida, entre otras obras. Ésta es la última "Retrato de un hombre inmaduro".