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miércoles, 24 de enero de 2018

Artículo sobre Angel González de Miguel Munarriz




Os dejo con un artículo sobre el poeta Ángel González escrito por Miguel Munarriz y publicado en Lecturas Sumergidas en el año 2014, que me ha encantado.
Este mes se le ha hecho un homenaje porque ha hecho diez años el día 12 de enero que murió.

No dejéis de leerlo, por favor.




Ángel González: Para parar las aguas del olvido


Por Miguel Munarriz © 2014 / La noche antes de que Ángel González muriera, hablé con él por teléfono. En realidad nos hacía de intérprete su mujer, Susana Rivera, por su teléfono móvil. Ángel había sido hospitalizado días antes, de forma que en cuanto yo dije: “Dile que mañana voy a verle”, Susana no tuvo necesidad de repetir lo que Ángel contestó, porque yo lo había oído alto y claro: “Que no se le ocurra”. Debí imaginármelo porque conocía bien el pudor de Ángel, así que no tuve más remedio que sonreír y decirle que “de acuerdo, que en cuanto saliera del hospital volveríamos a quedar”.
En 1980 yo formaba parte de un grupo poético en Asturias llamado Luna de Abajo que publicaba solo libros de los autores que admirábamos. Eran libros estéticos que durante unos años se convirtieron en referencia, y muchos poetas querían publicar allí sus versos. Una tarde, asistimos a una lectura pública de poemas de Ángel González y al final del acto le abordamos, con la ingenuidad que da la inexperiencia, para enseñarle los libros que habíamos editado y para decirle que queríamos hacerle un reconocimiento en el que se recogieran testimonios de sus amigos de generación y en el que también se publicaría un antología de su obra y una extensa bibliografía. Le propusimos lo que parecía imposible que nadie le hubiera pedido antes: hacerle un libro homenaje. Le llevamos un par de ejemplares de los dos números publicados anteriormente –el suyo sería el tercero de una colección que hacíamos con mucho mimo y detalle a pesar de los escasos medios económicos de que disponíamos– y a él le gustó mucho la idea. Ángel nos dio su dirección postal en Albuquerque y quedamos en escribirnos para ir pergeñando a distancia un número que sería extraordinario.
Mantuvimos una correspondencia fluida en la que le íbamos contando las diferentes secciones, los posibles colaboradores, el título del libro, y aquellas cartas exultantes que iban y venían a América creó en nosotros una sensación de que todo era posible si se ponían en marcha los suficientes elementos para conseguirlo. En este caso fueron muy pocos: una idea y alguien que creyó en ella, y porque todos creímos en lo que estábamos haciendo el resultado fue algo hermoso y cargado de energía y buen hacer al que llamamos Guía para un encuentro con Ángel González (el título fue idea de él porque nosotros aún arrastrábamos un halo edulcorado que a Ángel no le iba en absoluto). Los colaboradores formaban un equipo de excepción: Caballero Bonald, José Agustín Goytisolo, Juan Marsé, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, Paco Ignacio Taibo…, entre muchísimos más que no dudaron en mandarnos sus textos, casi a vuelta de correo. Una de las anécdotas, mientras confeccionábamos el libro que hacía tiempo estaba en la conversación de los amigos de Ángel en Madrid, fue que Paco Rabal se encontró con uno de ellos en el Óliver y pidió entusiasmado colaborar con un texto que, naturalmente, nosotros aceptamos con el mayor de los regocijos.
Rabal contaba que después de un rodaje en Cuba, y ya en la cama con una mujer, a punto de culminar vio un libro de Ángel sobre la balda que estaba frente a sus ojos en la cabecera de la cama…, pero será mejor reproducir esa parte del texto. Cuenta Paco Rabal: “La noche cálida, el ron genuino (del que no recuerdo el nombre pero sí sus efectos) acompañaban el ritmo de la música sabiamente prendida y un rayo de luz que daba sobre el lomo excitante de los libros… A punto de subir al cielo mis ojos se encontraron con un título, Grado elemental, de Ángel González. Salté hacia él y lo atrapé ¡Grado elemental! ´Por favor –suspiraba la muchacha–, te lo regalo, pero ven…´ Se interrumpió un placer para caer en otro”.
La noche antes de que Ángel González muriera, hablé con él por teléfono. En realidad nos hacía de intérprete su mujer, Susana Rivera, por su teléfono móvil. Ángel había sido hospitalizado días antes, de forma que en cuanto yo dije: “Dile que mañana voy a verle”, Susana no tuvo necesidad de repetir lo que Ángel contestó, porque yo lo había oído alto y claro: “Que no se le ocurra”…
Ángel participó con entusiasmo en el libro y él mismo seleccionó sus poemas en una antología que sigue siendo única. Una autoantología temática y comentada que él dividió en las cuatro partes sustanciales de su obra: Historia, Sobre la música, Biografía y Tempus irreparabile fugit. En cada una de ellas escribió una breve introducción para contextualizar los poemas elegidos, así, por ejemplo, en Biografía: “Escribir sobre mí mismo es una forma de explicarme, de poner en orden mi mundo, de reconocerme (de reconocerme, en cierto modo, también como los médicos reconocen a los enfermos)…”. En el apartado de Historia escribió: “Poesía social, civil, comprometida, crítica… Esas eran las tendencias que dominaba en el ambiente literario –y no solo en el de España- cuando comencé a publicar mis poemas…”. En Sobre la música: “Antes que un tema, la música es un motivo, un asunto que me sirve de vehículo para exponer otros temas: el tiempo, la nostalgia de algunos momentos vividos, el amor, la precariedad del destino humano…”; y en Tempus irreparabile fugit, expresó: “La percepción del paso del tiempo me produce mayor desazón que la figura de la muerte –de mi propia muerte, quiero decir–. (Mi muerte significa la ausencia, el alejamiento definitivo de la vida, y presiento que en ese oscuro reino de la no-existencia nada habrá que pueda herirme…”.
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Ángel González dijo en Contra-Orden (Poética por la que me pronuncio ciertos días): “Esto es un poema / Aquí está permitido / fijar carteles, /tirar escombros, hacer aguas…” , una declaración que practicó también en su vida pública, o mejor dicho, privada, porque González, a pesar de ser un poeta reconocido, un profesor universitario cuyo nombre está en los textos escolares y se estudia en muchas tesis doctorales, ensalzado con los premios de más prestigio, y académico de la Lengua, celebraba la vida entre sus amigos con una naturalidad y una frescura que hacía que a todos nos gustara compartir con él las noches de Madrid, su ciudad adoptada, o en Oviedo, su ciudad natal, la ”ciudad de sucias tejas” como la cantó en un soneto. En Máximas mínimas, escribe: “Los liliputienses, revelando una grandeza de espíritu que para sí quisieran las razas más altas, no hacen leña del árbol caído. / Hacen palillos de dientes.” Estos poemas, llamados poemas-chiste, esconden un trasfondo a veces moral, de doble intención, incluso malintencionada, siendo al mismo tiempo muy reflexivos. Son poemas que desbaratan lo convencional y tratan con desparpajo cualquier tema “serio”, muy característico del comportamiento habitual de Ángel González.
Otro ejemplo con el que vulgariza la imagen de la perfección, la de un dios como incansable arquitecto del mundo, es el poema Eso lo explica todo, y dice así: “Ni Dios es capaz de hacer el universo en una semana. / No descansó el séptimo día. / Al séptimo día se cansó”. También fue un maestro de los juegos de palabras, del humor inteligente y de la ironía. González era un hombre al que los fastos del mundo le traían sin cuidado. Vivía con frugalidad, aunque bebía con generosidad, y desde que en 1972 se fuera a la universidad de Alburquerque, Nuevo México, a impartir clases de literatura, volaba a Madrid al menos un par de veces al año, y al llegar llamaba por teléfono a sus amigos para organizar su estancia lo más agradablemente posible. Se acostaba tarde, o mejor temprano, o sea, al amanecer, a esa hora imprecisa y sucia del amanecer que tampoco le gustaba a otro de los poetas de la generación de González: Carlos Barral. Se levantaba para comer, leía y al anochecer se tomaba su primer J&B o Ballantines, “con hielo, en vaso bajo” que pedía –y bebía– con una solvencia imposible de superar. Salía luego a cenar con sus amigos, que siempre estábamos dispuestos a disfrutarlo, y estirábamos la noche, sobre todo las noches de verano, entre risas, hasta que un cliente desconocido entraba a tomarse el desayuno y nos saludaba con un “buenos días”. Su vuelta a Madrid era siempre motivo de regocijo y cada año, a su llegada, Juan Cruz lo entrevistaba para El País. Alguien dijo una vez que los camareros de Madrid se alegraban al saber que Ángel González había llegado a la ciudad.
Ángel González dijo en “Contra-Orden (Poética por la que me pronuncio ciertos días)”: “Esto es un poema / Aquí está permitido / fijar carteles, /tirar escombros, hacer aguas…” , una declaración que practicó también en su vida pública, o mejor dicho, privada…
Del buen humor de Ángel González podría contar muchas anécdotas. Rescato una que refleja al hombre ocurrente, con una poderosa capacidad para improvisar. Fue en México, con su amigo, el editor Pepe Esteban, mientras buscaban la tumba de Cernuda. Tras varios intentos, en uno de los cruces de caminos del inmenso cementerio, Ángel le soltó esta cuarteta: “El poeta Luis Cernuda / tiene buena información; / cuando viene Pepe Esteban / se cambia de panteón”.
Un año antes de irse a América publica Breves acotaciones para una biografía, con el que abre una nueva etapa en el tratamiento de sus poemas. Él mismo diría entonces que la tendencia al juego y a derivar la ironía hacia un humor que no rehúye el chiste, la frivolización de algunos motivos y el gusto por lo paródico serían las características de su poesía.
Ángel tenía una vena irónica que practicaba con gracia natural. Esa ironía y ese gusto por dar una vuelta de tuerca a las palabras tienen sin duda una raíz asturiana, región que, como se sabe, cuenta con una historia reciente de cargado matiz político y social, que ha vivido etapas durísimas y que, de sus primitivos recursos del campo y del mar, se erigió en una de las más importantes industrias del carbón y del acero, las cuales hubo que reconvertir en los 90 y emprender nuevos desafíos empresariales. Una tierra hermosa, de naturaleza exuberante, en donde la buena cocina es uno de los valores más recomendados. Este es el lugar en el que creció nuestro poeta, al que, como a tantos de sus paisanos, le gustaba cantar canciones de su tierra. Y hay una canción popular, que todos los asturianos oyeron alguna vez cantar a sus madres, titulada A la mar fui por naranjas, cuyo segundo verso dice, “Cosa que la mar no tiene”. Es una letra algo surrealista, como corresponde a ese marcado acento irónico y es al mismo tiempo una canción muy poética: “A la mar fui por naranjas / cosa que la mar no tiene. / Ay! mi dulce amor, / este mar que ves tan bello, es un traidor”.
Del buen humor de Ángel González podría contar muchas anécdotas. Rescato una que refleja al hombre ocurrente, con una poderosa capacidad para improvisar. Fue en México, con su amigo, el editor Pepe Esteban, mientras buscaban la tumba de Cernuda. Tras varios intentos, en uno de los cruces de caminos del inmenso cementerio, Ángel le soltó esta cuarteta: “El poeta Luis Cernuda / tiene buena información; / cuando viene Pepe Esteban / se cambia de panteón”
Pues bien, hará aproximadamente seis años, el tenor Joaquín Pixán publicó un CD con cinco versiones musicales para tres poemas inéditos de Ángel González, y encargó al poeta que escribiera tres letras que se basaran en tres canciones populares de su tierra y que varios compositores pusieran después la música. Una de las canciones elegidas por Ángel fue precisamente esta de las naranjas y la mar, y dándole la vuelta, este fue el resultado:
Tiene naranjas la mar.
Las olas son verdes ramos,
la espuma es blanco
azahar.
Y tus pechos, en la fronda
de las olas y la espuma,
son dos naranjas saladas
cuando te bañas desnuda.
Cuando te bañas desnuda,
tiene naranjas la mar.
Ángel era un mago con todo lo que tocaba, no solo con las palabras, sino también con la guitarra y el piano, porque la música fue otro de sus grandes temas, hasta el punto de decir que si sus poemas andaban con tanta frecuencia por los suburbios de la música, era porque se consideraba un músico frustrado. Y con la música como fondo escribió poemas importantes, como Penúltima nostalgia, La trompeta, en homenaje a Louis Amstrong, o Estoy bartok de todo, en el que juega con el apellido del músico húngaro Bela Bartok haciendo que suene como harto para lograr este efecto:
Estoy bartok de todo,
Bela
Bartok de ese violín que me persigue,
de sus fintas precisas,
de las sinuosas violas,
de la insidia que el oboe propaga,
de la admonitoria gravedad del fagot,
de la furia del viento,
del hondo crepitar de la madera.

Resuena bela en todo bartok: tengo
miedo.
La música
ha ocupado la casa.
Por lo que oigo,
puede ser peligrosa.
Échenla fuera.
Mi relación con Ángel González fue siempre de camaradería. A él le gustaba compartir las horas con los amigos y era un buen conversador. En los agradables encuentros veraniegos en Oviedo, o en Lastres disfrutando también de la playa, pasamos jornadas inolvidables compartiendo las horas con amigos como Juan Benito Argüelles, otro de sus incondicionales de la juventud perdida, Emilio Alarcos Llorach, que contaba unos chistes simpatiquísimos con los que se reía a mandíbula batiente, con Paco Ignacio Taibo I, generoso y divertido como un niño travieso, con Susana Rivera, la esposa de Ángel, inteligente y jovial, y con una fortaleza que hizo que yo la rebautizara como Susana Robles, y con infinidad de amigos que pasaban unos días con nosotros y se iban, como Orlando Pelayo, Daniel Sueiro, José Agustín Goytisolo, Pepe Caballero Bonald…, Amistad a lo largo, que cantó Jaime Gil de Biedma. El recuerdo de aquellos días me lleva a este poema de Ángel: “Al final de la vida, / no sin melancolía, / comprobamos / que, al margen ya de todo, / vale la pena. // Nada de lo restante permanece”.
Querido Ángel, tú lo has dicho mejor que nadie. Lo has escrito en el prólogo de ese libro memorioso de Paco Ignacio Taibo que tan cervantina y sabiamente tituló Para parar las aguas del olvido: “El necesario, inevitable olvido deja zonas borrosas que la memoria trata de aclarar. Ese esfuerzo es, ante todo, un acto de amor, porque el amor empieza con el recuerdo”.
Hoy te recuerdo en estas Lecturas sumergidas, la magnífica revista de Emma Rodríguez, que sin duda, tú, leerías con placer.
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FIRMAS SUMERGIDAS | MIGUEL MUNARRIZ (Gijón, 1951) | BLOG |
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Coordinador de “La Esfera”, suplemento cultural de El Mundo (1996- 1999), año en que dichas páginas recibieron el Premio Nacional de Fomento de la Lectura. Tres años después fue director de comunicación de las editoriales del Grupo Santillana (Alfaguara, Taurus y Aguilar).Ha sido Presidente de Tribuna Ciudadana (1993-95), cofundador de las revistas Arlequín y Luna de Abajo, autor de los libros Vivir de milagro (1986), Poesía para los que leen prosa (Visor, 2004) y Los mejores poemas de amor. Desde Quevedo hasta nuestros días (Only Book, 2007). Ha dirigido y presentado un programa semanal de literatura en Radio Cadena Española y ha sido colaborador de La Voz de Asturias, Hojas universitarias, Los Cuadernos del Norte, Ínsula, El País, La Nueva España y Clarín.Antólogo de la poesía de Ángel González para el libro Verso a verso (CajAstur), y autor de un guión sobre la vida y la obra del poeta asturiano para dos programas emitidos por el Centro Regional de TVE en Asturias.Ha coordinado el taller literario de Daniel Moyano, el premio de novela Tigre Juan y varios congresos de escritores de los que se han publicado, entre otros, los libros, Encuentros con el 50, la voz poética de una generación, 1988; Narrativa 80, 1990; Literatura Hispanoamericana, Realidad y Ficción I y II, 1992; Últimos 20 años de la Poesía Española, 1993; 50 propuestas para el próximo milenio, 1996; Ejercicios de estilo, 1997; Para envolver el pescado. El periodismo a examen, 1998, y Opiniones contundentes para el siglo XXI, 2001.Es socio de la Agencia literaria y de comunicación DOSPASSOS y ha sido Delegado del Principado de Asturias en Madrid y director de RR.II. de la Universidad Nebrija y director del Teatro Fernán Gómez. ( Fotografía © Daniel Mordzinski )
– Fotografía Nº1:en ella aparece el poeta Ángel González y la hemos tomado del blog del autor de este artículo:  Miguel Munarriz
– Fotografía Nº2,  suministrada por el autor de este artículo: El grupo “Luna de abajo” con Ángel González en 1984. De izquierda a derecha: Noelí Puente, Miguel Munárriz, Helios Pandiella, Ángel, Alberto Vega Ricardo Labra .
– Fotografía N3: Ángel González por © Pepe García
– Fotografía Nº4: Ángel González por © Nieto
– Imagen que cierra el artículo: Portada del libro “Guía para un encuentro con Ángel González” publicado por “Luna de abajo”.

https://lecturassumergidas.com/2014/07/30/angel-gonzalez-para-parar-las-aguas-del-olvido_/

lunes, 21 de diciembre de 2015

21 de diciembre. Invierno en los refranes y en ese poema de Ángel González "Canción de invierno y de verano"

"Nostalgia" de Tashika Yui



Hoy, 21 de diciembre, es el primer día del Invierno. 

He buscado la etimología de la palabra "invierno", y aunque hay algunas discrepancias, la opinión generalizada nos dice que viene del latín:

Invierno vendría de ivierno y este del latín [tempus] hibernum "Referente a invierno".

También os quería prestar un par de refranes sobre el invierno y un poema. Por supuesto que hay muchos refranes sobre el invierno, pero son dos que también hablan  de cuentos y libros.

Refranes:

Cuentos de niños en invierno, en el regazo o en el brasero.

El libro no tiene abrigo, el que vale para el invierno, vale para el verano.


En cuánto al poema, no podía ser otro que el que he elegido. Uno de Angel González que me gusta mucho. "Canción de invierno y de verano". Os lo dejo escrito y en su voz, para que lo disfruteis cómo él lo pensó. Cómo me gusta este poema...



Canción de invierno y de verano


Cuando es invierno en el mar del Norte
es verano en Valparaíso.
Los barcos hacen sonar sus sirenas al entrar en el puerto de Bremen con jirones de niebla y de hielo en sus cabos,
mientras los baladros soleados arrastran por la superficie del Pacífico sur bellas bañistas.

Eso sucede en el mismo tiempo,
pero jamás en el mismo día.

Porque cuando es de día en el mar del Norte
—brumas y sombras absorbiendo restos
de sucia luz—
es de noche en Valparaíso
— rutilantes estrellas lanzando agudos dardos
a las olas dormidas.

Cómo dudar que nos quisimos,
que me seguía tu pensamiento
y mi voz te buscaba —detrás,
muy cerca, iba mi boca.
Nos quisimos, es cierto, y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.

Pero jamás en el mismo día.



ANGEL GONZÁLEZ



Y aquí podéis escucharlo de su voz. Un lujo:


http://palabravirtual.com/index.php?ir=ver_voz1.php&wid=1172&p=Angel_Gonzalez&t=Cancion_de_invierno_y_de_verano&o=Angel+Gonzalez



Fuentes de la etimología:
http://etimologias.dechile.net/?invierno
http://cvc.cervantes.es/foros/leer_asunto1.asp?vCodigo=41691

lunes, 4 de mayo de 2015

Ángel González - Casas de los Escritores



Hay una plaza en Madrid, la plaza de San Juan de la Cruz, por donde acostumbro a pasar muy a menudo. Una plaza que relaciono con situaciones agradables porque acostumbro a estar en ella en mi tiempo de "amigos". Por esas casualidades buenas de la vida también es la plaza donde vivió Ángel González, el poeta, uno de "mis poetas". 

Ya que ayer recordé uno de sus poemas con motivo del día de la madre, hoy siguiendo con él me gustaba hacer una entrada con su casa para nuestra colección de Las casas de los escritores. 

Ángel González fue un poeta de la llamada Generación de los 50. Escribió una poesía muy sencilla, nostálgica, social, y con un punto de ironía que me encanta. Nació en Oviedo en 1925. Estudio Derecho y periodismo y fue funcionario público en el Ministerio de Obras Públicas. Vivió en Sevilla, en Madrid, y en los setenta se trasladó a dar clases a la Universidad de Alburquerque donde impartió clases de literatura hasta 1990. Y a partir de ese momento vivía a caballo entre las dos ciudades Alburquerque y Madrid. Aquí os dejo cómo hablaba de ello, entresacado de una entrevista:

“Estados Unidos es el país de las mil caras, y no todas son hermosas. En cualquier caso, nunca me sentí fuera de España, a donde vuelvo con frecuencia y por largas temporadas, como hice siempre. En Nuevo Méjico vivo gustosamente bastante aislado y un tanto aburrido, pero eso tiene un lado positivo: me obliga a trabajar y allí hago lo poco que hago. En España, en cambio, me divierto mucho pero no sé hacer otra cosa. Necesito los dos espacios, ir y volver. Creo que ya no podría quedarme en uno de ellos para siempre”.

Para despedir esta breve entrada sobre Ángel González y sus casas, se me hace dificil elegir algún poema suyo con el que ilustrar esta entrada. Pondría cualquiera de los del disco que musicó Pedro Guerra que me encanta "La palabra en el aire". Pondría "Me basta así" o "Mientras tú existas" seguro. Pero claro siempre pongo los mismos. Así que hoy elegiré, un poco al azar, algún otro:


 TODO AMOR ES EFÍMERO
 
Ninguna era tan bella como tú
durante aquel fugaz momento en que te amaba:
                                            mi vida entera.



INMORTALIDAD DE LA NADA
 
Todo lo consumado en el amor
no será nunca gesta de gusanos.
Los despojos del mar roen apenas
los ojos que jamás
—porque te vieron—,
                                        jamás
se comerá la tierra al fin del todo.
Yo he devorado tú
me has devorado
en un único incendio.
Abandona cuidados:
lo que ha ardido
ya nada tiene que temer del tiempo.



ESTOS POEMAS
 
Estos poemas los desencadenaste tú,
como se desencadena el viento,
sin saber hacia dónde ni por qué.
Son dones del azar o del destino,
que a veces
la soledad arremolina o barre;
nada más que palabras que se encuentran,
que se atraen y se juntan
irremediablemente,
y hacen un ruido melodioso o triste,
lo mismo que dos cuerpos que se aman.

Todos de Ángel González




domingo, 3 de mayo de 2015

Día de la madre - 3 de mayo 2015 - Ángel González







Primera evocación


Recuerdo bien a mi madre.
Tenía miedo del viento,
era pequeña de estatura,
le asustaban los truenos,
y las guerras
siempre estaba temiéndolas
de lejos,
desde antes de la última ruptura
del Tratado suscrito
por todos los ministros de asuntos exteriores.

Recuerdo que yo no comprendía.
El viento se llevaba
silbando
las hojas de los árboles,
y era como un alegre barrendero
que dejaba las niñas
despeinadas y enteras,
con las piernas desnudas e inocentes.

Por otra parte, el trueno
tronaba demasiado, era imposible
soportar sin horror esa estridencia,
aunque jamás ocurría nada luego:
la lluvia se encargaba de borrar
el dibujo violento del relámpago
y el arco iris ponía
un bucólico fin a tanto estrépito.

Llegó también la guerra un mal verano.
Llegó después la paz, tras un invierno
todavía peor. Esa vez, sin embargo,
no devolvió lo arrebatado el viento.
Ni la lluvia
pudo borrar las huellas de la sangre.
Perdido para siempre lo perdido,
atrás quedó definitivamente
muerto lo que fue muerto.

Por eso (y por más cosas)
recuerdo muchas veces a mi madre:

cuando el viento
se adueña de las calles de la noche,
y golpea las puertas, y huye, y deja
un rastro de cristales y de ramas
rotas, que al alba
la ciudad muestra desolada y lívida;

cuando el rayo
hiende el aire, y crepita,
y cae en tierra,
trazando surcos de carbón y fuego,
erizando los lomos de los gatos
y trastocando el norte de las brújulas;

y, sobre todo, cuando
la guerra ha comenzado,
lejos —nos dicen— y pequeña
—no hay por qué preocuparse—, cubriendo
de cadáveres mínimos, distantes territorios,
de crímenes lejanos, de huérfanos pequeños...





Para escuchar en la voz del poeta el poema:

http://palabravirtual.com/index.php?ir=ver_voz1.php&wid=1171&t=Primera+evocaci%F3n&p=Angel+Gonz%E1lez&o=%C1ngel+Gonz%E1lez

sábado, 27 de abril de 2013

Homenaje a Ángel González y Gil de Biedma con Pedro Guerra y Alejandro Martínez


Dentro del Festival Acróbatas, el pasado sábado día 20 de abril, estuve en un recital homenaje con música que se hacía en Rivas a dos poetas de la llamada Generación del 50: Ángel González y Jaime Gil de Biedma.

Comenzó con la parte dedicada a Gil de Biedma. La música corría a cargo de Alejandro Martínez que interpretó varias canciones de su disco dedicado al poeta "Que te voy a enseñar un corazón infiel". Le acompañaron en la poesía la voz de Sonia San Roman y Estel Solé. Recitan fenomenal por cierto.










Y después llegó la parte dedicada a Ángel González interpretada la música por Pedro Guerra de su disco "La palabra en el aire" y poemas recitados por Benjamín Prado:


"Para mí es un placer contribuir a un homenaje a estos poetas a los que consideré dos grandes amigos. Ángel ya era de la familia. Siempre estoy dispuesto a hacer un homenaje a Ángel y a Jaime. Para hacerlo sólo tienen que silbar y voy." Benjamín Prado








Me gustó mucho este recital. Nos gustó mucho a todo el grupo de amigos que íbamos. Era algo íntimo, cercano, estuvo muy bien. Por supuesto los poemas musicados geniales. Los de Pedro Guerra me gustan mucho, tengo ese disco y lo he escuchado hasta el cansancio. Las de Alejandro Martínez no las conocía, los poemas sí, pero su forma de musicarlos no, y la verdad es que me causaron muy buena impresión, me gustaron.


Y desde luego los tres poetas que recitaron lo hicieron fenomenal. A ellas no las conocía, y me encantaron. Recitaron fenomenal. Y a Benjamín Prado sí que le he leído (en novela) pero nunca le había escuchado y vaya voz que tiene tan potente, muy bien. También nos recitó la canción que hizo con Joaquín Sabina a Ángel González.

Bueno, pues eso, que me gustó mucho. Fue muy íntimo, muy chulo. Especial.

Las fotos y los vídeos de esta entrada los he tomado de internet. Quería que os pudiéseis hacer una idea. Me encantó.

jueves, 13 de enero de 2011

Aniversario de la muerte de Ángel González



Ayer hizo años de la muerte del poeta Ángel Gonzalez.

Como yo ya había preparado una entrada sobre el que libro que había terminado no os quise decir nada.

Pero es uno de mis poetas preferidos, y no quiero dejar pasar la ocasión de recordarle.

Aquí os dejo con uno de sus poemas. El que dedicó a Juan Ramón Jiménez, que yo le escuché en una lectura que hizo en la Residencia de Estudiantes. Ya sabéis que siempre se ha dicho que Juan Ramón Jiménez corregía y corregía y volvía a corregir sus escritos, y no paraba hasta que ya les ponía las iniciales MPS (Meditado para Siempre), creo que ésto ya os lo he contado en otra entrada.

Va por el Maestro.




J.R.J.


Debajo del poema

-laborioso mecánico-,

apretaba las tuercas a un epíteto.

Luego engrasó un adverbio,

dejó la rima a punto,

afinó el ritmo

y pintó de amarillo el artefacto.

Al fin lo puso en marcha, y funcionaba.



-No lo toques ya más,

se dijo.

Pero

no pudo remediarlo:

volvió a empezar,

rompió los octosílabos,

los juntó todos,

cambio por sinestesias las metáforas,

aceleró...

mas nada sucedía.

Soltó un tropo,

dejó todas las piezas

en una lata malva,

y se marchó,

cansado de su nombre.
 
Ángel González