"Como no he tenido hijos, lo más importante que me ha sucedido en la vida son mis muertos"
 
Así comienza el libro "La ridícula idea de no volver a verte". Cuánto me ha gustado este último libro de Rosa Montero. Se puede decir que lo he devorado.
No es el primer libro que me leo de esta autora, me encantó en su día “El rey transparente”, también disfruté mucho con “La loca de la casa”. Y alguno más he leído de ella que,  aunque me han gustado menos que los dos anteriores, también considero que están bien.
Pero vamos al más actual. Desde que salió tenía ganas de leerlo y no me ha decepcionado en absoluto. Aunque no es estrictamente una novela, sino que es una reflexión sobre la pérdida.
Ha contado en muchas entrevistas que le he oído (En el programa de RNE del fin de semana de Pepa Fernández, en el programa de televisión de la 2 “Página2”…) que ella estaba inmersa en la escritura de otra novela, cuando la llamó Elena Ramírez, su editora, para pedirle que escribiera un prólogo para acompañar  al diario que Marie Curie escribió durante el año posterior a la muerte de su marido, Pierre.
 
Comenzó a leerlo... Y de ahí nació este nuevo libro. De ese paralelismo que existía entre su estado personal y lo que contaba Madame Curie. Por supuesto de esta reflexión trenzada surge toda la admiración que tanto la autora como cualquier mujer puede apreciar en la historia de la Premio Nobel. Yo, que no conocía con tanto detalle su historia, me he alegrado mucho de haber podido acceder a ella. Su tesón, su disciplina, su pasión en lo que creía son cualidades dignas de admiración. Esa forma de trabajar incluso a costa de su propia salud es impresionante, tanto que rozaba lo enfermizo puesto que murió de sus consecuencias. Pero sobre todo de esas ganas de ser libre, ser independiente y querer superarse.
 
La autora a raíz de su diario se enfrascó en su historia consultando muchas biografías y construyó esta reflexión que constituye "La ridícula idea de no volver a verte" donde va trenzando el dolor que sintió Marie Curie a la muerte de su marido por accidente, con el suyo propio por la pérdida de Pablo Lizcano, marido de Rosa Montero, muertoen el año 2009 por una enfermedad.
 
“Desde que murió no solo echo de menos su presencia, seguir viviendo con él y verle envejecer, sino que también añoro su pasado. Las muchas vivencias que no conocí”.

Es un libro muy sentimental, muy reflexivo, muy profundo, pero no es un libro triste.
"La Muerte juega con nosotros al escondite inglés, ese juego en el que un niño cuenta de cara a la pared y los otros intenta llegar a tocar el muro sin que el niño les ve mientras se mueven. Pues bien, con la Muerte es lo mismo. Entramos, salimos, amamos, odiamos, trabajamos, dormimos; o sea, nos pasamos la vida contanco como el chico del juego, entretenidos o aturdidos, sin pensar en que nuestra existencia tiene un fin. Pero de cuando en cuando recordamos que somos mortales y ahí está la Parca, sonriendo, quietecita, muy modosa, como si no se hubiera movido, pero más cerca, un poquito más cerca de nosotros. Y así, cada vez que nos despistamos y nos ocupamos de otras cosas, la Muerte aprovecha para dar un salto y aproximarse. Hasta que llega un momento en que, sin advertirlo, hemos agotado todo nuestro tiempo y sentimos el aliento frío de la Muerte en el cogote y, un instante después, sin siquiera darnos ocasión de mirar de nuevo para atrás, su zarpa toca nuestra pared y somos suyos.
 
Uno descubre que está jugando al escondite inglés cuando se le muerte alguien cercano que no debería haber muerto. Un fallecimiento intempestivo y fuera de lugar, la Parca avanzandoa toda velocidad a nuestras espaldas mientras no miramos..."
 
 
Yo disfruto mucho de la prosa de Rosa Montero. Es una prosa ágil, sencilla pero con imágenes, en ocasiones poética. Me gusta cómo cuenta, cómo bucea en los sentimientos. Está escrito en un tono íntimo, confesional, personal. Y aunque en este caso tiene un poso de enorme tristeza, no es un libro deprimente ni lacrimógeno, sino que tiene mucho de esperanza, de continuar viviendo, de vida. 
 
Incluso en esos momentos de dolor, algo puede hacerte feliz a ratos”
 
El tema principal es el de asumir la pérdida de un ser querido, está claro. Pero hay otros temas que la autora toca a lo largo de su larga reflexión y que nos va señalando con la marca de los twitter: #Ambición, #Coincidencias, #Intimidad, #LugarDeLaMujer, #HacerLoQueSeDebe, #HonrarALosPadres…
 
  También vemos que se salpica el texto de fotografías varias que ilustran la lectura.
¿Qué más os puedo decir? Os copiaría un montón de fragmentos pero no es plan… Solo deciros que me ha encantado y que os lo recomiendo. 
 
¡Y qué titulo tiene ¿verdad?! es bien chulo.
 
“Para vivir tenemos que narrarnos; somos un producto de nuestra imaginación. Nuestra memoria en realidad es un invento, un cuento que vamos reescribiendo cada día (lo que recuerdo hoy de mi infancia no es lo que recordaba hace 20 años); lo que quiere decir que nuestra identidad también es ficcional, puesto que se basa en la memoria. Y sin esa imaginación que completa y reconstruye nuestro pasado y que le otorga al caos de la vida una apariencia de sentido, la existencia sería enloquecedora e insoportable, puro ruido y furia. Por eso, cuando alguien fallece, como bien dice la doctora Heath, hay que escribir el final. El final de la vida de quien muere, pero además el final de nuestra vida en común. Contarnos lo que fuimos el uno para el otro, decirnos todas las palabras bellas necesarias, construir puentes sobre las fisuras, desbrozar el paisaje de maleza. Y hay que tallar ese relato redondo en la piedra sepulcral de nuestra memoria.”