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lunes, 3 de enero de 2011

En éstos primeros días de enero que buscamos "el regalo"



Cómo se decía antiguamente: "quiero dedicar estos párrafos (que no son míos, sino del  conmovedor Andrés Aberasturi) a todos aquellos, que como yo, hoy (por no decir hoy y ayer y antes de antesdeayer...) se han inyectado Cortinglés en vena buscando "el regalo", "el maravilloso y maldito regalo"...



"Hoy me he inyectado Cortinglés en vena. Toda la tarde, allí, deambulando en busca de algo original que te gustara. Antes de salir he preguntado dónde envolvían las cosas para regalo y me han dicho que en la caja central. Desde allí te lo he envíado.

Te llegará seguramente el jueves. Haz con él lo que quieras, como siempre, pero tal vez no desentone mucho entre el reloj parado que tienes sobre la mesa y esa máscara que siempre mira fijo y sonriendo pase lo que pase. Pero tú misma. Lo bueno de esas cosas es que quedan siempre bien en cualquier parte, no hay que limpiarlas mucho y pasan desapercibidas, si eso es lo que quieres, que yo creo que sí. No lo congeles; si no te gusta lo tiras directamente a la basura, pero no lo congeles, que te conozco. El frío es lo único que aguanta mal, se estropea, se pone chungo, se pone casi triste.

No necesita pilas. Funciona solo, aunque no te puedo garantizar durante cuánto tiempo; supongo que depende del trato que le des. Si por casualidad ves que se acelera -le pasa en ocasiones- tan solo cántale una canción o acarícialo un poco. Si por el contrario no funciona, olvídate de él porque ya no tiene arreglo. Debes saber que no tiene garantía y que si no te gusta, no te lo van a cambiar por un jersey a rayas. Eso si es un problema. Pero creo que el embalaje por lo menos resulta muy vistoso. Es una regalo de esos tópicos en los que a uno le gusta más el continente que el contenido.

En la Caja Central se han esmerado; me puse a la cola hasta que me tocó el turno. Entonces me arranqué el corazón y se lo di a la señorita que lo introdujo con cuidado en una hermosa caja forrada de terciopelo. Luego le puso un lazo azul y una pegatina que ponía felicidades en dorado. Me preguntó si le ponía también la etiqueta de frágil y le dije que no; al fin y al cabo es solo un corazón, un viejo corazón cansado de idas y venidas y que unicamente aspira a ocupar un lugar discreto en el decorado de tu vida. Nada más."


Andres Aberasturi
La leyenda continúa




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