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miércoles, 1 de diciembre de 2010

"EL EXPURGO DEL ARCHIVO GENERAL", un relato de Rocío Díaz



Tengo la sensación de que hace mucho tiempo que no os dejo con alguno de mis relatos. Así que he pensado que no estaría mal empezar el mes con uno de ellos.

Se titula "El expurgo del archivo general" y fue premiado en el año 2007 en un certamen artístico que hubo en el Ministerio de Medio Ambiente, en la modalidad de narrativa.

Bueno pues aquí os lo dejo:




EL EXPURGO DEL ARCHIVO GENERAL

Oficio del Ministerio de Medio Ambiente de fecha 12 de mayo de 2004.

Asunto: Expurgo del Archivo General del Departamento.

Destinatario: Todo el personal.


Como ya conocéis por la sesión informativa que se llevó a cabo en el salón de actos el pasado día 10, desde hace semanas hay una empresa contratada por este Organismo para que realice un proyecto denominado: “Organización y Expurgo del archivo central”. Esta tarea la han llevado a cabo en varias etapas: identificación de la documentación, decisión de la conservación o expurgo e inventariado de la documentación...


Sigiloso bajaba al Archivo General. 10 de la mañana, cualquier día. En silencio abría la puerta entrando deprisa. Con cuidado cerraba tras de si ésta, con dos vueltas, guardándose la llave en el bolsillo. Caminaba sin hacer ruido y sin encender las luces, colándose nervioso entre las estanterías, hasta encontrar la más escondida: la que buscaba. Se paraba delante de ella. Miraba a un lado, luego al otro y despacito sacaba de su bolsillo una pequeña linterna. Sosteniéndola hurgaba entre la cajas de archivar hasta dar con lo que se escondía entre dos de ellas. Un manoseado poster. Y como quién desenvuelve un regalo, con mimo y ansiedad, tras colocar estratégicamente la linterna para que lo iluminara directamente, lo desplegaba ante sí con ambas manos. Como si fuera un atlas. Un atlas de anatomía humana. Bien estirado, bien. Admirándolo despacito en la penumbra. Despacito. Y mientras con una mano y bien abierto lo dejaba sobre las cajas, se llevaba la otra mano hasta el pantalón. Y mirando el poster, la admiración que se colaba por sus ojos a oleadas escapaba nerviosa por sus manos. Escapaba rítmicamente. Y sin dejar de mirar, sin parar, sin dejar de mirar, sin parar, disfrutaba de las vistas del secreto papel cuché. Y allí, a salvo de compañeros. Con la muda compañía de los papeles y los ácaros. El jefe del servicio de “Métodos y Procedimientos” se dejaba, dejaba, llevar.


Una vez realizada la primera etapa de su trabajo, la empresa ha remitido a la Secretaria General informe detallado de toda la documentación almacenada en cada estantería, caja, y legajo del archivo. Para vuestra información se ha encontrado documentación de lo más variada...

Sigilosos bajaban en dos zancadas al archivo general. 11 de la mañana. Cualquier día. Haciendo muecas de “tío date prisa, dale, dale”, “joder con el abuelo que hoy no salía ni a tiros...”, abrían la puerta y se colaban dentro. Entre risas la cerraban tras de sí. Escuchaban en silencio y cuando ya estaban seguros de que los pequeños y familiares ruidos eran los de siempre, ufanos buscaban su escondite, también el de siempre. Una estantería a la derecha, otra a la izquierda y a la derecha otra vez. “Venga chaval, trae”. “Para nada”. Uno le pedía siempre al otro la tarjeta de fichar. Un ritual. Él lo pedía, el otro no quería dejársela, el primero insistía, el segundo le decía de qué vas, él primero que de qué vas tú, que te den, que te den a ti, pero al final el segundo terminaba sacándola. “¿Ves chaval? tu tarjeta está de lujo”, decía entonces el primero apoyándose entre las cajas de archivar, “salen niqueladas...” “Pero ¿qué me estás contando? si a posta las haces más rectas cuando usas la mía...” Pero siempre terminaba dejándosela. Y allí, haciendo corrillo. Sobre la tarjeta: sus ojos, sus dedos, su nariz. Sobre las cajas, su alboroto. Y entre risas y expedientes iban haciendo las reparticiones secretas. “¿Has traído algo más?” “Anda cabrón, algo quedará por aquí escondido de otras veces...”, “pues tira chaval que como nos quedemos sobados se nos llena esto de marujas y no nos hemos ido, sácalo tío que hay que abrirse que van a dar las doce”. Y sin dejar de reír, sin dejar de cuchichear, con la muda compañía de los ácaros, se dejaban, dejaban, llevar.

Respecto a cierta documentación, ha sido totalmente imposible establecer a qué unidad responsable se debía imputar debido a su particular idiosincrasia, aunque la investigación, sigue abierta. Como también ha sido imposible establecer cual era el plazo que esa documentación debía permanecer en el archivo, o si debía o no encontrarse en ese momento en el archivo central. Pueden creer que ha sido una labor muy complicada. En algunos casos podría tratarse incluso de objeto de expediente disciplinario...


Sigilosas bajaban de una carrerita al archivo general. 12 de la mañana. Cualquier día. Correo electrónico a todas las féminas del departamento: “Oye que si queréis bajar ya está abajo”. Enviar. Responder: “¿Qué tal? ¿Trae muchas cosas?”. Enviar. Responder: “Sí, que bajéis. Nosotras ya hemos subido”. Enviar. La alegría empuja con prisa sus pies por la escalera. Abren la puerta del archivo con ojos de ganga y baratillo. La cierran con cuidado, sonriendo ante la nutrida concurrencia. “¿Tienes una talla más de ésta?”. “¿No la tienes en otro color? Era por llevarme otra para mi hija...”.”¿Cuándo dices que vuelves?”. Y allí rebuscando en los montones de ropa, escogiendo, desechando, sin soltar el tesoro encontrado ya, de las manos. Sin dejar de mirar, sin dejar de cuchichear, sin querer perderse la oportunidad. Y allí, sobre las cajas, las prendas. Y allí, tras las últimas estanterías, aquellos improvisados probadores secretos. Con la muda compañía de los papeles y los ácaros ellas se dejaban, dejaban, llevar.

Una vez identificada la documentación, se ha pasado a la toma de decisión de qué hacer con ella, decidir si es conservada o propuesta para expurgo. Para facilitar la consulta de los fondos conservados en el archivo, se ha elaborado en la Intranet una página de consulta a la base de datos de inventario. Sería recomendable que se visitar, puede resultar cuánto menos... curiosa.
Sigilosos bajaban cada uno por su cuenta al archivo general. 4 de la tarde. Cualquier día. Jornada de tarde: no hay casi nadie. Nota interior: Del jefe de área a la jefe de sección del Departamento: “A la misma hora en el mismo sitio”. Abren la puerta del archivo: él deprisa, ella más lenta. Ninguno de los dos enciende la luz al entrar. Cierran ésta tras de sí, muy rápido, él nervioso, ella quizás turbada. A tientas, se orientan. Y de la mano ya, anticipando el deseo, buscan su escondite secreto. A oscuras, entre los expedientes se acercan, se buscan, se huelen, se besan. Y descubren cómo se vistieron esa mañana, a fuerza de desvestirse del lugar, del cargo, las ataduras, la realidad no laboral de sus vidas. Y sus manos, sus brazos, sus labios, su piel. Sin dejar de acariciarse, de susurrarse, entre murmullos y expedientes, van haciendo recuento del deseo. Y sin dejar de tocarse, con la muda compañía de los ácaros, se dejan, dejan, llevar.

Y en líneas generales éste ha sido el cometido de la empresa contratada con respecto al asunto que tratamos. Se adjuntan las recomendaciones para enviar a partir de ahora la documentación al archivo.

Por último la Dirección General de este organismo ha decidido en base a todo esto, una vez reducida toda la documentación que existía en dicho archivo general, el suprimir esta dependencia, puesto que si antes ya era poco frecuentada ahora que toda la documentación que supere el expurgo se va a integrar en el archivo que existe en el Ministerio, no tiene ningún sentido que siga existiendo; solo sería un espacio habitado por las telarañas y los ácaros. Todo ello para conseguir unas dependencias lo más cómodamente habitables que nos permita trabajar en las mejores condiciones posibles.


Un cordial saludo,

El Director General.

©Rocío Díaz Gómez










2 comentarios:

  1. Rocío,
    Que tontería, pero ha sido leer el título y sentir un brinco en el estómago, ¡éste me lo conozco! Me gustó mucho entonces y ahora que lo releo más aún. Y sobre todo me hace mucha gracia esa pizca de osadía que te permites, tú que te sonrojas tan fácilmente... Y es que, por suerte, somos puritita contradicción. Besos y feliz puente.

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  2. Ana! Sí, claro, supongo que te lo conocías, además estabas aquí!! La verdad es que este relato me divertí mucho escribiéndolo. Me imaginaba el trasiego y era sencillo con un espacio y un tiempo definido ya en la cabeza... Y cuánta razón tienes somos "purita contradicción"... Todos. Muchas gracias por tu comentario y por tus palabras. Que pases tú también un buen puente, yo no tengo, pero lo procuraré aún así. Un abrazo

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